Capítulo 2

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Cuatro años más tarde.

Ashton Rochester estacionó su Mustang negro junto a la acera. La avalancha de curiosos que ya se había dado cita en el lugar debía llevar horas allí. Seguramente, para los vecinos de aquella zona residencial de Fresno, un homicidio no era cosa de todos los días, y aquel acontecimiento, sin duda, despertaba no solo la curiosidad y el morbo esperado, sino también
una gran inquietud.

Llevaba trabajando en la División de Crímenes Violentos ya más de seis años. Sin embargo, a pesar de enfrentarse a cosas que poca gente soportaría, nunca había llegado a acostumbrarse del todo. Ignoraba cuánto tiempo le llevaba a alguien habituarse a lidiar con la muerte cara a cara, casi a diario. No es que no le afectara ni mucho menos, pero en los
años que llevaba en ese trabajo, había aprendido a dejar los escrúpulos de lado. Procuraba que cada escena de un crimen tuviera para él un significado particular. Se había obligado a ver cada caso con ojos frescos. Creía que era una nueva perspectiva, lo único que podía ayudarle a seguir adelante con su trabajo y con su vida.

Se abrió paso entre la multitud; pudo esquivar no solo a los curiosos sino también a la prensa que, como de costumbre, ya se encontraba en el lugar del hecho preparada para dar la primicia. Pasó junto a unos reporteros que desistieron de abordarlo para hacerle alguna pregunta. La mirada fulminante que les lanzó fue suficiente para que se sintieran
amedrentados.

Caminó hacia la entrada de la residencia. El lugar ya estaba acordonado, y un par de oficiales se aseguraban de que nadie se acercara demasiado.

-Buenos días, muchachos -saludó, se agachó y pasó por debajo de la cinta policial amarilla.

-Buenos días, detective.

Raudamente, saltó los tres escalones que lo separaban de la entrada principal que estaba abierta, y busco a su compañera.

Rachel Parker venía a su encuentro, contoneaba no solo su cabello color rojo fuego, sino también sus caderas. Ashton la observó mientras se acercaba. Sin duda era un ejemplar digno de admirar, y no era raro que todos los policías giraran sus cabezas para dedicarle un par de miradas. Su altura y sus piernas interminablemente largas, sumadas a su melena ondulada y un par de ojazos grises, hacían de ella una mujer muy llamativa.

«Demasiado sexy para ser policía», pensó Ashton cuando la tuvo cerca.

-¿Cómo estás, Rochester? -saludó mientras se ponía una mano en la cintura.

Ashton le sonrió.

-No tan bien como tú, Parker -respondió. Hacía dos años que eran compañeros, y les divertía aquel juego de usar sus apellidos para hablarse entre ellos.

Rachel frunció el ceño y le hizo señas para que la siguiera.

-¿Qué tenemos?

-Alison Warner ha sido encontrada muerta esta mañana, a las siete y treinta. -Atravesaron la sala y subieron las escaleras en medio de un par de técnicos forenses que estaban sentados en uno de los escalones recogiendo fibras de la alfombra.

-¿Vivía sola? ¿Quién la ha encontrado?

-Vivía sola, y una amiga suya, con la que supuestamente debía reunirse anoche, ha notificado el hecho. La llamó varias veces durante la noche, pero no logró comunicarse con ella.
Esta mañana ha venido hasta la casa y ha encontrado a su amiga muerta -explicó sin detenerse.

Entraron a la habitación de la víctima; a simple vista, aquella parecía ser, sin duda, la escena primaria del crimen. Un fotógrafo y un médico, ambos del equipo forense, se encontraban trabajando en el lugar. Ashton observó todo como si, analizando sus pormenores, pudiera descubrir lo que había sucedido allí. Había cosas que representaban un extraño déjà vu, una escena que ya habían visto con anterioridad.

No Me OlvidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora