Capítulo 6: Un Pequeño Descanso

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El sonido del despertador perforó el silencio de la habitación. Mei gruñó y se dio la vuelta entre las sábanas, sin intención de moverse.

—¿Qué hora es...? —murmuró con voz adormilada.

Levantó el teléfono de la mesita de noche y entrecerró los ojos para leer la pantalla.

10:23 a.m.

Se quedó en blanco.

—¿¡QUÉ!?

Se incorporó de golpe, con el corazón acelerado.

Había dormido demasiado.

Se levantó apresurada, se arregló lo mejor que pudo y bajó las escaleras con la intención de ayudar en la cocina, pero al llegar, notó que ya estaban en plena preparación.

Ema y Ukyo estaban de pie frente al fogón, organizando ingredientes y preparando lo que, por el aroma, parecía ser un desayuno espectacular.

—Buenos días... —murmuró mientras se acercaba, aún con sueño.

—Buenos días, Mei-chan —saludó Ukyo con su tono sereno de siempre.

—Buenos días —dijo Ema con una sonrisa.

—¿Qué están preparando? Huele delicioso.

—Sorpresa —respondió Ukyo con un ligero aire de misterio.

Mei infló las mejillas.

—¿Por qué tanto secreto?

Ukyo rió suavemente.

—Tendrás que esperar para saberlo.

Justo en ese momento, el resto de los hermanos empezó a bajar poco a poco. La mesa se fue llenando y el ambiente se volvió más animado.

Mei tomó asiento y esperó con emoción a que sirvieran los platos. Cuando finalmente tuvo la comida frente a ella, sonrió satisfecha y tomó el primer bocado.

Entonces, algo extraño pasó.

Un ardor se extendió por su garganta. Su pecho se apretó y, de repente, el aire dejó de entrar.

Mei dejó caer los cubiertos, sus ojos se abrieron con pánico.

No podía respirar.

Quiso hablar, pero solo consiguió soltar un sonido ahogado. Su mano temblorosa se llevó a la garganta, tratando de hacer una señal de auxilio.

—¿Mei? —preguntó Masaomi, notando su expresión.

Intentó tomar agua, pero no sirvió de nada. Su cuerpo se tambaleó y todo empezó a volverse borroso.

No me digas que la comida tenía almendras...

Escuchó voces llamándola, pero ya no pudo responder.

Todo se volvió negro.

Horas después...

El sonido de un murmullo lejano fue lo primero que percibió.

Mei sintió su cuerpo pesado, como si aún estuviera atrapada en la inconsciencia. Lentamente, abrió los ojos. La luz tenue del atardecer se filtraba por la ventana.

Miró a su alrededor y notó varias figuras cerca de su cama.

—¡Despertaste! —exclamó Wataru con alegría.

Los demás la miraban con alivio. Mei intentó incorporarse, pero una mano en su hombro la detuvo suavemente.

—No te esfuerces —dijo Ukyo, su tono más serio de lo habitual.

Su expresión preocupada hizo que Mei se sintiera un poco culpable.

—¿Qué pasó...?

—Tuviste una reacción alérgica —explicó Masaomi—. Ukyo y Ema cocinaron con almendras sin saberlo.

Mei parpadeó, aún aturdida.

—Oh... qué manera de empezar el día.

Hubo un silencio incómodo hasta que Futto habló.

—Nos asustaste, idiota.

—Lo siento... —dijo en voz baja.

—No hay nada que sentir —intervino Ukyo—. Fue un descuido. No volverá a pasar.

Mei lo miró, notando la seriedad en sus ojos.

—No te preocupes tanto, Ukyo. Estoy bien.

Él suspiró y desvió la mirada.

—Eso espero.

Ema decidió cambiar el tema para aligerar el ambiente.

—Ah, Mei, te presento a alguien —dijo señalando a un hombre que hasta ahora no había notado.

Mei giró la cabeza y observó a la figura de pie junto a la puerta.

Era un hombre de cabello claro, vestido elegantemente.

—Soy Hikaru —se presentó con una sonrisa—. Escritor, hermano mayor y, aparentemente, la causa de tu sorpresa.

Mei parpadeó varias veces, analizándolo.

—¡Ah! ¿Eres el escritor Hikaru?

—Así es.

—No esperaba verte así...

Los demás rieron ante su comentario y Mei cruzó los brazos.

—Bueno, no esperaba casi morir tampoco, así que supongo que es un día de sorpresas.

—En eso tienes razón —admitió Hikaru con diversión.

Después de un rato, los demás comenzaron a salir de la habitación para dejarla descansar, pero Ukyo se quedó atrás.

Mei lo notó, pero no dijo nada al principio.

—Ukyo... —llamó después de un momento.

Él levantó la vista.

—¿Sí?

—¿Estás bien? Pareces preocupado.

Ukyo guardó silencio.

—No me gusta verte así —continuó Mei—. En serio, estoy bien.

—No es solo eso —admitió él, cruzando los brazos—. Cuando te vi en el suelo, sin respirar...

Se detuvo. Mei vio la tensión en sus facciones.

—No quiero volver a verte así.

El corazón de Mei latió un poco más rápido.

—¿Eso significa que te preocupas por mí más de lo normal? —preguntó en tono juguetón, intentando aligerar el ambiente.

Ukyo exhaló un suspiro, pero sus labios se curvaron en una leve sonrisa.

—Eres imposible.

Mei sonrió también.

—Pero ya en serio, gracias por preocuparte.

Ukyo no respondió, pero su mirada suave decía suficiente.

Después de eso, Mei se recostó nuevamente, sintiéndose más tranquila.

Al final, tal vez ese día no había sido tan malo.

Amada Hermana •Brothers conflict•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora