CAPÍTULO 1.
Aimi se arrodilló detrás de los arbustos con cuidado de que no la vieran y con su cámara en mano. Sasuke y Naruto estaban sin camisa mostrando sus hermosos cuerpos y jugando fútbol con unos insignificantes compañeros, y si obtenía una buena toma, vendería la foto en doscientos dólares. Ciertamente estaba caro ¡pero vamos!, todo lo que ella tenía que hacer para obtenerlas lo merecían; ensuciarse, esconderse, aguantar sus comentarios si la descubrían...
Esperó a que ellos se detuvieran a beber agua para refrescarse, y cuando lo hicieron, Aimi tomó la foto. Maldijo en voz baja al darse cuenta de que su hermanito otra vez había tocado su cámara y encendido el flash. Sasuke había escuchado los había escuchado sonar porque había volteado inmediatamente hasta la ubicación de ella. Con un gruñido, él se acercó hasta los arbustos donde se encontraba, siendo seguido por un curioso Naruto.
Aimi suspiró mientras se levantaba.
— ¿Algún día piensas dejarnos en paz?—exigió saber, cruzando los brazos.
Ella no pudo evitar seguir con la mirada aquella gota que resbalaba por todo su pecho hasta desparecer en el interior de sus shorts. Se aclaró la garganta, desviando la mirada hacia el sonriente Naruto, que sostenía el balón de futbol contra su costado.
Dios, ¿por qué estos chicos eran tan endemoniadamente atractivos? ¿Qué les habían dado de comer sus madres?
Porque ella quería la receta para su hermano, que no parecía haber heredado buenos genes.
— ¿Por qué habría de hacerlo?—preguntó, sonriente. Ese era su trabajo, tomaba fotos a los chicos más sexys de su Preparatoria y luego las vendía en precios variables, normalmente la mayoría eran de Sasuke y de Naruto. Con el dinero que obtenía podía comprarse lo que ella quisiera. Y gracias a unas cuantas fotos de esos dos chicos que estaban al frente de ella, había podido comprarse el iPhone 6 Plus y muy pronto tendría la Macintosh en sus manos.
—Porque eres molesta y estorbas—respondió, mirándola fulminantemente—. Desaparece.
Aimi infló las mejillas.
—¡Qué cruel eres, Sasuke!—exclamó haciendo un puchero con sus labios, que no causó ningún efecto en él, lo cual la divirtió.
Naruto le dio un codazo en el costado a su amigo y luego le dirigió a Aimi una hermosa sonrisa hecha para enamorar.
—Tú no molestas, Aimi. —Sasuke le dirigió una mirada de luego acabo contigo al escucharlo—. De hecho, me gustaría que me pasaras aquella imagen que me tomaste en Halloween, donde estoy vestido de zorro, ¿recuerdas?
Aimi asintió repetidamente, devolviéndole la sonrisa. Por supuesto que recordaba aquella foto porque aparte de haber obtenido un buen dinero, también había sido la imagen más hermosa y tierna que había tenido de fondo de pantalla. Miró como Sasuke soltando un bufido se dirigía hacia sus compañeros que esperaban por ellos para seguir jugando.
—Te daré mi número para que me las pases por WhatsApp...
Ella le interrumpió.
—Ya lo tengo—dijo dulcemente.
Naruto parpadeó repetidamente, sorprendido.
—Ah, qué bueno, de veras...Bueno, um, los demás me esperan...—Y comenzó a alejarse, para seguir con el partido.
Aimi se encogió de hombros y siguió tomando fotos, ignorando las miradas de Sasuke.
(...)
Foto enviada con éxito.
Aimi: ¡La foto que me pediste!
Naruto respondió con rapidez, y eso era bueno, porque Aimi odiaba que la hicieran esperar.
Naruto: ¡Gracias! ¡Mamá amará la foto!
Ella enarcó una ceja, curiosa.
Aimi: ¿No te tomaste ninguna foto ese día?
—Hemanita, quero chocolate. —Su hermano menor hizo acto de presencia, subiéndose encima de su cama y se sentó sobre sus piernas con una expresión rara en el rostro que suponía ella intentaba ser tierna.
Aimi le miró con fingida tristeza mientras lo bajaba de nuevo al suelo.
— ¿Si?—Le dio unas palmadas en la cabeza—. Qué pena. Yo también. —Y volvió la vista hacia su iPhone, ignorando los quejidos de su hermano.
Naruto: ¡Si tomé, de veras! Lo que pasa es que me lancé en la piscina y olvidé que tenía el teléfono en el bolsillo, y bueno, perdí todo :c
Aimi: ¡Pobrecito! ¡Pero no te preocupes! Yo tomé más y te las enviaré.
Naruto: ¡Eres la mejor! ¡Gracias!
Iba a contestar el mensaje del rubio cuando la rabieta de su hermano aumentó de volumen, provocando que le comenzara a doler la cabeza. Lo fulminó con la mirada, levantándose y acercándose a la puerta.
— ¡Mamá, haz salgo con el pequeño monstruo!—gritó, sacando la cabeza. Al no tener respuesta, con la flojera al máximo bajó las escaleras. Se aceró a la cocina, donde recién estaba su mamá. Y estaba desolada, probablemente su madre había salido. Suspiró y se devolvió a su habitación, dándose cuenta que Taichi se había detenido. En cuanto cruzó el mural, su corazón dejó de latir al ver su preciado iPhone 6 Plus de ochocientos dólares en la babosa boca de su hermano. La saliva resbalaba por la pantalla.
— ¡Nooooo!
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