CAPÍTULO 8.
— ¿Quieres pasar?—Le pregunto, recostándome del marco de la puerta de mi casa, observándolo.
Frunce el ceño, como siempre hace cuando está pensando algo. Finalmente, asiente.
— Solo si no te molesta.
Ruedo los ojos.
—Si me molestara no estuviera invitándote, te lo aseguro. —Le doy la espalda y entro a la casa, encontrándola solitaria y oscura—. Además, es lo menos que puedo hacer después de que me acompañaras en todo el trayecto—musité frunciendo el ceño, recordando como las chicas en el autobús no dejaban de mirarle y cuchichear entre ellas acerca de lo atractivo que era. Fastidioso, a decir verdad. Me hubiera gustado decirles que él es mío, pero realmente no sé si lo es.
Lo miro de reojo.
¿Lo es?
Se ríe detrás de mí, probablemente recordando lo mismo que yo.
—Sólo quería asegurarme de que llegaras sana y salva.
Enciendo la luz y tiro mi morral en el sofá. Sé que estoy sola, sino lo estuviera probablemente estaría mi hermano chillando y mi mamá malcriándolo, como siempre.
Me pregunto dónde estarán, mamá no me dijo nada de que iban a salir.
—Bueno...—Me giro hacia Itachi, sonriendo. Éste está mirando el alrededor, como si nunca hubiera estado en mi casa antes. Supongo que la remodelación lo sorprendió—. ¿Tienes hambre? Puedo preparar algo rápido.
Itachi alza una ceja. Me cuesta admitirlo, pero yo nunca he logrado alzar una sola ceja. Normalmente cuando digo que alzo una, estoy alzando las dos.
—No lo sé. La última vez que cocinaste...
— ¡Eso fue hace meses!—Le detengo, agitando la cabeza para borrar ese vergonzoso momento—. Ya aprendí a hacerlo. Mi mamá me enseñó para que Taishi no tuviera que vivir a base de emparedados cuando ella no se encontrara en casa.
Me mira dudando. ¡Oh, vamos, qué exagerado!
—Admito que me da miedo verte en la cocina—confiesa.
Abro la boca para sacarle un par de trapitos al sol cuando escucho abrirse la puerta de entrada. Me volteo y veo a Taichi entrando con una chupeta en la boca y a mi mamá con un montón de bolsas llenas de comidas en las manos.
Itachi se le acerca rápidamente y la ayuda, tomando la gran mayoría de las bolsas para él. Ruedo los ojos, siempre quiere quedar bien delante de ella. Mi mamá lo mira sorprendida.
— ¡Itachi-kun! ¡Cuánto tiempo sin verte!—Exclama recuperada de su sorpresa, con una sonrisa.
Itachi le sonríe de vuelta, avergonzado. Los dos se dirigen a la cocina mientras que yo los sigo, con Taichi sujeto a mi pierna como un mono.
—Lo mismo digo, señora. Ya veo que se cambió el color de cabello—señaló Itachi. Y por primera vez desde que ella llegó, noto que ya no tiene su hermoso cabello café sino que lo tiene de un rojo carmesí. Se ve rara, pero me gusta.
Mamá se sonroja mientras toquetea su cabello.
—Gracias, Itachi-kun. —Ambos dejaron las bolsas encima de la encimera—. Prepararé algo de comer. ¿Vas a quedarte, verdad?
Itachi me mira por unos instantes y luego asiente en dirección a mamá. Lo fulmino con la mirada, sintiéndome ofendida de que prefiera la comida de mi madre que la mía. Mamá voltea a verme con una expresión ceñuda en el rostro, notándome por primera vez.