5.

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—¡Oye tú!—una voz provocó que volteáramos y al hacerlo nos encontramos con una muchacha rubia, delgada que llevaba una copa en la mano. No era Lily. Y la secundaba el muchacho rubio guapo.

—Angie, quédate detrás de mí—ordenó mi papá y así lo hice. Estaban borrachos.

—¿Qué hacen en la casa de Lily?—preguntó el rubio. Volteé para mi casa y vi como todos seguían entretenidos con los fuegos artificiales.

—Veníamos a saludar, pero ya nos vamos, gracias—lo dijo con una voz dura y firme que hizo que me pegara más a él.

—Oh, no lo hagas amigo, ya mismo le hablo—se tambaleó un poco y metió la cabeza a la casa.—¡Lily, trae tu lindo trasero aquí!—gritó demasiado fuerte y luego volteó con nosotros sonriéndonos. 

Se oyeron los tacones taladrando la madera de las escaleras y como una mano se aferraba al hombro del rubio. Lily asomó la cabeza y cuando nos vio abrió mucho los ojos. Caminó hacia mi papá sin decir nada y le puso una mano en la mejilla.

—Tú...—un aroma a cerveza me llegó inundando mis fosas nasales—te pareces mucho a un hombre que amé hace mucho—soltó una risita y vi como mi papá ponía su mano encima de la de Lily que reposaba en su mejilla.


Foto en la multimedia: Damon ☺


Ayudando a papá #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora