MELODÍA DE UNA TARDE DE OTOÑO...LAS HOJAS CAEN LA BRISA SE LEVANTA

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                                                                                                                            Octubre de 1986, Yamaguchi

El día había amanecido soleado y azul, con los rayos de sol atravesando las puertas correderas de papel. El canto de los pájaros en los jardines despertaba con ternura a Mitsu, que se removía en su futón y soltaba algún bostezo de vez en cuando. Aunque no era perezosa le encantaba dormir hasta muy tarde y por ese motivo amaba los domingos. Suspiró mientras abría los ojos y observaba el techo de madera de su habitación. Aquella casa bien podría tener cuatrocientos años pero su familia se había encargado de conservarla y cuidarla hasta el último de detalle. Siendo una de las familias más importantes del pueblo era lógico que el hogar debía ser un punto de referente de tal distinción.

Mitsu pegó un brinco cuando su madre abrió una de las puertas correderas que daban a otra habitación y entró de golpe con un vestido en la mano.

— No me puedo creer que todavía estés en el futón, Mitsu —Le reprendió su madre mientras le colocaba el vestido sobre una silla de madera baja—. Aséate y vístete rápido o llegaremos tarde al almuerzo de la empresa de papá.

Mitsu rodó sobre su futón y enterró la cara en la almohada.

— ¿Para qué tengo que ir? Sería mejor si me quedo en casa y hago las tareas de la escuela.

— No digas tonterías, ya tienes catorce años, compórtate como una mujer —Mientras hablaba, Masako abría las puertas que daban al jardín para ventilar la habitación—. Vendrán muchos hombres importantes con hijos jóvenes que tienen un gran futuro por delante, es hora de que vayamos pensando en esas cosas.

Mitsu decidió no contestar a su madre. Ya habían tenido varias veces esa discusión desde que, hacía un año atrás, se hubiese convertido oficialmente en una mujer. Después de que su madre le diese un bofetón en la cara por haberle gritado que era una mujer independiente que haría lo que le diese en gana, se había jurado a sí misma que guardaría sus pensamientos. "No tengo por qué decirle mis expectativas ni mis ideas para que se hagan realidad. Basta con que le diga que sí como a los locos y cuando llegue el momento me enfrentaré a ella".

Se sentó sobre el futón y estiró los brazos. Su madre se había colocado de rodillas frente a un espejo y tenía un cepillo en la mano.

— Ven, vamos a arreglar esa mata de pelo.

Pero casi al mismo instante se escucharon unos golpes sobre la puerta corredera que daba al pasillo.

— ¿Tengo alguna hermanita por ahí? —Dijo una voz muy conocida para Mitsu.

— ¡Niisan!

Su hermano mayor, Souma Yusuke, abrió la puerta con una sonrisa en la boca. Ambos se parecían bastante, aunque Yusuke había heredado las facciones más suaves y seductoras de su madre, mientras que Mitsu tenía unos rasgos más serios y orientales, igual que su padre. Con evidente entusiasmo, y aunque estaba con el vestido del pijama, Mitsu se levantó de un salto y fue a darle un abrazo.

— Sálvame Niisan, mamá me quiere llevar a una horrible fiesta —Le dijo poniendo voz dulce e infantil.

— Venga, venga, no será para tanto —contestó su hermano.

De fondo, su madre carraspeó, enojada.

— Mitsu, el pelo. Ven aquí ya.

Mitsu miró a Yusuke y puso los ojos en blanco mientras soltaba un suspiro, su hermano mayor le respondió con un guiño y una amplia sonrisa. Le revolvió los pelos negros mientras le decía:

Wagamama na Koi 2  EiENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora