LA ETERNIDAD DE UN AMOR

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La habitación quedó en completo silencio. De fondo, el viejo reloj que Yuuto había reparado hacía años, sonaba insistentemente, recordándoles una y otra vez que no había marcha atrás. Que el tiempo era inexorable. Que seguiría su curso por mucho que callasen.

Mitsu apretó las manos en dos puños. Yuuto, de pie, caminaba descalzo. De vez en cuando se pasaba una mano por el pelo o por la cara.

— Tampoco es una desgracia —susurró Mitsuki, con la voz casi rota.

— ¿Que no es...? —Yuuto la miró incrédula—. Mitsu, ¿entiendes la gravedad de este problema? ¿Eres consciente de lo que eso significa? —Se apartó y siguió caminando—. Oh, dios —Volvió a pasarse una mano por la cabeza—. Qué idiota, qué idiota, ¿cómo pude ser tan idiota? Mierda.

Sin palabras que rebatirle, Mitsu simplemente se mordió el labio y aguantó las ganas de llorar. Aunque sabía que Yuuto no se alegraría con la noticia, esperaba una respuesta más suave de su parte.

— Voy a tenerlo, Yuuto —Dijo ella.

Él la miró algo sorprendido.

— Mitsu, por dios, en ningún momento he pensado la posibilidad de que abortes —Respondió, acercándose a ella—. Precisamente por eso es grave —se sentó y se pasó, posiblemente por décima vez, la mano por el pelo—. Oh, dios mío —Hizo un quejido—. No tengo nada, Mitsu. ¿Entiendes? ¿Cómo vamos a criarlo? ¿Cómo vamos a alimentarlo? ¿Y la educación?

— Mis padres pueden encargarse, tienen dinero. Mi padre jamás permitiría que un nieto suyo tuviese necesidades, Miyagi —Dijo ella con firmeza—. Aunque no será fácil y es cierto que estoy preocupada... ahora... —Mitsu apartó la mirada—, tengo ganas de conocerle... porque es tuyo.

Yuuto, en silencio, la miraba. Suspiró. Un suspiro tierno, un suspiro de cariño.

— Ven aquí, anda. Ven aquí.

Cuando Yuuto comprendió que aquella noticia era más dura para la propia Mitsu que para él, se dio cuenta de que había sido un egoísta al mostrarse tan duro con ella. Yuuto alcanzó su nuca y atrajo su cuerpo hacia él, cuando la frente de Mitsu se apoyó en su pecho ella comenzó a llorar, sujetándole la camisa con los dedos. Yuuto la abrazó fuerte.

— Todo saldrá bien—Le susurró—. Te lo prometo.

Pero Yuuto ya no creía sus propias palabras.

A los pocos días de la noticia Mitsu se dio cuenta de que Yuuto había alargado tanto la jornada laboral como el alcance de dónde lo hacía. En un principio, cuando había visto el local cerrado, tuvo los peores pensamientos y decidió esperar con un nudo en la garganta su llegada. Sentada en un borde de la acera frente al local y acompañada del señor de los dulces, Mitsu intentaba controlar su respiración agitada por los nervios. Cuando Yuuto había llegado cuatro horas después, a las doce de la noche, Mitsu no pudo evitar correr hacia sus brazos y llorar sobre su pecho. Él, sorprendido y desconcertado, se rio con ternura cuando Mitsu le contó sus miedos.

— Oh, Mitsu, no me mates antes de tiempo, por favor —Añadió él sonriendo—. Me gustaría poder conocer antes a mi hijo —Le dijo muy bajito en su oreja. Ella, más calmada, soltó una risa mezclada con el llanto.

Le dio un golpe sobre su brazo.

— Avísame antes, maldita sea —Añadió enfurruñada—. Me has asustado mucho.

Fue en ese momento, después de haber entrado en el local y haber tomado un té, que Yuuto le explicó cómo, de ahora en adelante, tendría que hacer viajes para arreglar electrodomésticos del centro de la ciudad.

Wagamama na Koi 2  EiENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora