SI HAY PRISA, NO ES AMOR...EL AMOR ES PACIENCIA. EL AMOR ES RESPETO.

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SI HAY PRISAS, NO ES AMOR.

EL AMOR ES PACIENCIA. EL AMOR ES RESPETO

— ¿Un techo de cristal?

— Sí. ¿No sería increíble? —Yuki alzó la mano y la movió de un lado a otro, haciendo una panorámica del techo de madera sobre sus cabezas—. Así, por la noche, podríamos ver siempre las estrellas.

Daiki se rio con suavidad.

— Eso es imposible. ¿Qué pasaría si hay un terremoto? O peor aún, una tormenta. ¿Te gustaría ver una tormenta mientras duermes?

— Qué idiota eres, Daiki —Yuki se enfurruñó y se dio la vuelta.

— Era broma —Daiki se colocó de lado y le pasó un brazo por encima—. A mí también me encantaría tener un techo de cristal para ver las estrellas—Dijo en un susurro. Se durmieron sin sábanas y con tan sólo la ropa interior. El bochorno del verano ya había llegado.

La rutina de aquellos días era simple. Ambos iban a la escuela, tenían las actividades del club, regresaban a casa, se bañaban en el acantilado, cenaban y se iban a dormir. Durante las horas lectivas, y debido a que estaban en cursos diferentes, Daiki y Yuki no solían verse con frecuencia. Además de eso, como el primero estaba en béisbol y el segundo en literatura, a veces no coincidían a la hora de la salida. Pero desde que Yuki hubiese empezado a vivir en la misma casa, a Daiki no le importaba dejar de verlo de vez en cuando. Después de todo, lo tendría para él cada día y para siempre.

Dejó el bate de béisbol en su sitio después del entrenamiento y se secó el sudor de la frente con el dorso del brazo.

— Cada vez juegas mejor —Le dijo Sayuri, que lo esperaba en la salida de la cancha.

— ¿No se supone que tienes clases de ikebana?

— La profesora estaba enferma, así que decidí venir a verte un rato —Ella, con las manos detrás de su espalda, sonreía coqueta.

— Me ves todos los días en clase. Te recuerdo que casi me siento a tu lado.

Sayuri puso morros.

— No es lo mismo, nunca podemos hablar ni nada.

— Tampoco es como si quisiera hablar contigo.

Al momento dejó su expresión de niña adorable y frunció el ceño.

— Tan antipático como siempre. Con los años te vuelves más insoportable.

— Y tú más pesada.

Dando la conversación por finalizada y murmurando una palabra impropia en jovencitas, Sayuri se dio la vuelta y lo dejó solo. Daiki ni siquiera era consciente de lo que hacía o cómo se comportaba. Para él sólo existían cuatro cosas en su mundo: el deporte, sus abuelos, Wara y Yuki. Por ese motivo siempre tenía aquella actitud arrogante y desinteresada. Los chicos de cursos inferiores lo admiraban, y los de cursos superiores andaban todo el tiempo riñéndole por su comportamiento; las chicas de cursos inferiores estaban todas enamoradas, y las de cursos superiores lo adoraban. En definitiva, Daiki no dejaba indiferente a nadie. Y, si bien se ganaba el aprecio de muchos, también se ganaba el desprecio de otros.

Se ató la chaqueta del uniforme de béisbol a la cintura. Por el rabillo del ojo vio que Yuki salía del club de literatura. Empezó a caminar hacia él.

— Ey, ¡Inoue! No estés yendo por ahí con el uniforme deportivo —Le reprendió el entrenador a lo lejos.

— ¡Sí, sí! —Daiki se dio la vuelta—. ¡Sólo un minuto! —Dijo mientras caminaba hacia atrás.

Wagamama na Koi 2  EiENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora