Necesito tiempo.

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Hoy había decidido irme, Michelle me dijo que podía quedarme con ella todo el tiempo que quisiera. Así que aquí estaba, recogiendo mis cosas antes de que llegaras a casa. No sé cuánto tiempo duré pero al parecer tardé bastante porque habías llegado y me miraste con el ceño fruncido luego de mirar mis maletas, las cuales no estaban del todo hechas.

—¿Te vas?—me preguntaste sin moverte de la puerta.

—Pues sí, al parecer no tengo nada qué hacer aquí.

—Leah...

—No, Caleb. Tuviste tiempo para explicarme las cosas, tuviste tiempo para pedirme que habláramos pero no lo hiciste, pudimos arreglar las cosas pero ni siquiera lo intentaste.—mis ojos se llenaron de lágrimas aunque no me permití romperme, no delante de él—¿Ahora que me voy te das cuenta de lo que debiste hacer? Pues ya es tarde.

Me volteé y seguí arreglando mi maleta mientras las lágrimas bajaban silenciosamente por mi rostro. Segundos después sentí sus brazos a mi alrededor y su aliento en mi cuello, y en ese momento todas las fuerzas que tenía se desvanecieron, los sollozos empezaron a salir y mis piernas empezaron a fallar.

—Perdóname, perdóname, perdóname.—dijo—Soy un idiota.

En eso estamos de acuerdo, C.J. Pero eres un idiota al que amo.-pensé-

—¿Me acompañarías a un lugar?—preguntó luego de un momento de silencio.

Volteé para mirarlo, la verdad no quería pero por alguna razón acepté.

Me puso las manos en los ojos para que no pudiera ver y en ese momento llegó a mi mente el día que lo llevé a mi lugar especial, el dolor en el pecho apareció nuevamente de tan solo pensar en que esto estaba llegando a su final.

Escuché un suspiro y sus manos se alejaron de mi rostro permitiéndome ver que estábamos en la azotea del edificio en el que vivíamos. Me tomó un segundo darme cuenta de que estaba decorada con luces blancas y había globos que decían «sorry». Me fui acercando a ellos lentamente y miré al suelo, noté que había un gran corazón hecha de pétalos y en el centro decía: Perdóname, soy un idiota. Pero a pesar de eso, soy un idiota que te ama, Leah.

Sentía mi cuerpo temblar levemente mientra escuchaba sus pasos acercarse a mí. Me volteé para verlo sin saber qué decir o qué hacer.

—Estos días no he dicho nada porque las palabras se las lleva el viento pero los actos se quedan como recuerdos en el corazón.—empezó a decir y agarró mis manos—Sé que te fallé, sé que pude haberme alejado de ella antes de que me besara pero por alguna razón no lo hice, no es que ella me guste o que mis sentimientos hayan cambiado por ti, pequeña, porque no es así. Solo fui un idiota que cayó en una tentación y no sabes cuánto me arrepiento. Te hice daño y eso es lo que más me duele, odio verte llorar, y saber que yo soy la razón de esas lágrimas me mata.—respiró profundo y sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas—No te estoy pidiendo que me perdones porque sé que no lo harás, al menos no ahora, solo te pido que me permitas intentarlo de nuevo. Déjame amarte de nuevo y te prometo que ésta vez no te fallaré.

Dios...

—Yo... yo necesito tiempo para pensarlo, ¿sí?—fue lo único que salió de mis labios en ese momento.

—Te voy a esperar el tiempo que sea necesario.—aseguró.

Asentí y antes de que mi corazón se saliera de mi pecho y apagara mis neuronas, caminé para salir de allí pero antes de irme escuché su voz.

—Te amo, Leah.—me detuve al escucharlo.

—Lo sé...—me limité a decir antes de irme.

Ese de notasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora