Mensajes y, ¿un ramo?

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«De: C.J. 

¿Ya lo pensaste?» 

Era el quinto mensaje que llegaba en el día. Al final me había ido del apartamento, sé que estando en el mismo lugar y, por así decirlo, respirar el mismo aire, no iba a poder pensar con claridad.

«Para: C.J.

No, aun no lo he pensado lo suficiente, Caleb.» 

Solté el móvil sobre el escritorio, estaba en clases y necesitaba estar concentrada aunque, ¿a quién engaño? Caleb no ha salido de mi mente desde el momento en el salí de la azotea, y de eso ya había pasado dos semanas. 

«De: C.J.

Por favor, amor.» 

Rodeé los ojos al leerlo. 

«Para: C.J.

Basta. Estoy en clases.»

Pasaron 10 minutos y no había obtenido una respuesta por lo cual pensé que se detendría por el resto del día. Estaba equivocada. Caleb había entrado a mi clase, interrumpiendo a la maestra, la cual estaba bastante enojada por ese hecho, y vino hacia mí con un ramo de flores... no, no eran flores, eran chocolates. Había de todos los tipos y tamaños. Yo estaba totalmente roja, ¡no puedo creer que haya hecho esto!

—Caleb...—dije cuando llegó donde mí.

—No digas nada, solo quería darte un pequeño regalo.—luego de dejar el ramo encima del escritorio, se acercó a mí y me dio un pequeño beso en los labios para luego irse corriendo antes de que la maestra lo echara. 

Todos se me quedaron mirando fijamente y yo bajé mi cabeza. ¡Dios!

La maestra retomó la clase unos segundos después y luego todos actuaron como si no hubiese pasado nada. 

«Para: C.J.

¡Eres un demente!» 

Jugaba con el móvil mientras esperaba su respuesta. Lentamente acerqué mi mano izquierda a mis labios, aun sentía los de él encima de los míos.

«De: C.J.

Sí, soy un demente. Estoy loco por ti, tu eres mi demencia.»

Mántente fuerte, Leah. No sonrías. ¡No lo hagas!

Mierda, sonreíste. 


Ese de notasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora