Capítulo 8.

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Con pesadez abrí el casillero y haciendo una mueca saqué mi libro de Matemáticas. El timbre anunció el cambio de hora y suerte que esta era la última del día. No había nada más pesado que la escuela un lunes. Las clases solían golpearme en la cara como una bola demoledora. En especial cuando lo único que pensaba era en dormir.

Restregué mis ojos y ahogué un bostezo. Cada día me prometía a mí misma ir a la cama más temprano y no tener que lidiar con este tipo de cosas al día siguiente, pero siempre encontraba algo que hacer, en especial ahora con mi visitante en casa. Con Nate cada noche trabajábamos en su actualización. Anoche le mostré tendencias que fueron virales mundialmente. Desde ropa hasta la música. Cuando vio el video de Gangnam Style y del Harlem Shake dijo que estaba aliviado de no haber tenido que presenciar eso.

—Alguien al parecer no durmió muy bien anoche.

El sonido de la voz de Liam me sobresaltó. No solo porque estaba navegando entre mis pensamientos sino porque el simple hecho de que me hablara era sorprendente. La sonrisa en mis labios se formó de manera inmediata. Incluso ahora me sentía más despierta que nunca.

—Tal vez... ¿Qué tal, Liam?

—Todo bien. —Miró hacia el libro que sostenía en mis manos—. ¿Te importa si te acompaño hasta tu siguiente clase?

Alcé las cejas, sorprendida de tal petición.

—Para nada.

Él hizo un ademan con su mano para que empezara el recorrido. Cerré la puerta del casillero y juntos nos adentramos a la multitud de estudiantes que se dirigían a su próxima clase.

—¿Cómo va todo en casa? ¿Ya han regresado tus padres? —preguntó casualmente mientras caminaba junto a mí con sus manos en los bolsillos.

—Todo va genial, y no, ellos llegan este fin de semana. Las campanas de bodas ya están a punto de tocarse.

—Cierto, la boda de tu hermana. ¿Cómo está ella?

—Está bien, muy emocionada. —Metiendo un mechón de la peluca roja detrás de mi oreja decidí encarar a Liam. Estaba feliz de tener su compañía, pero el aula ya estaba a solo unos cuantos pasos y estaba segura de que no me hablaba para saber cómo se encontraba Kim—. Ahora dime, ¿pasa algo?

Él frunció el ceño. Sus hermosas cejas rubias platino juntándose en el centro formando una adorable cara confundida. Quería acariciar con mi pulgar el punto de reunión donde se unían.

—Es que dudo que te hayas acercado a mí para preguntarme sobre mi familia —aclaré.

Chasqueó sus dedos.

—Tienes razón. —Acarició su nuca, nervioso—. Solo me preguntaba si tenías planes este viernes por la noche.

No, non, niet, nicht, ne, ñao, nie. No en cualquier otro idioma. Para nada. ¿Por qué tendría yo planes para un viernes en la noche?

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