Capítulo 17.

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 No pude dejar de mirar mi reflejo asombrada con el resultado

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 No pude dejar de mirar mi reflejo asombrada con el resultado. Era impresionante. Mi vestido de dama de honor había tenido un cambio muy grande y el cual me enorgullecía. Ahora era mucho más extravagante y me sentí yo misma que con lo común que solía ser.

Lo había decorado con hermosas piedras plateadas y había cortado una manga, dejándolo de un solo hombro caído. Conseguí el corte que deseaba, un corte sirena, pero en vez de poner plumas al final lo acompañé con tul un tono más oscuro del vestido. Mi cabello estaba recogido en un elegante moño dejando algunos mechones rizados afuera y el maquillaje cubrió cualquier indicio de no haber dormido en toda la noche.

Me sentí egoísta, pero no podía evitarlo. Además, creo que nunca me había sentido más hermosa que como lo hacía para esta ocasión. Sobre todo, me sentí culpable, ya cuando había terminado de arreglar el vestido me di cuenta que todo hice en la rabia de mi última discusión con Kim y ya era muy tarde para volver hacia atrás.

Tomando una respiración profunda salí de la pequeña habitación que se me había asignado para vestirme. La primera persona en verme, para mi mala suerte, fue Kim quien soltó un grito ahogado al ver lo que había hecho al vestido sin su consentimiento. Y aquí vamos.

—¡¿Qué le has hecho al vestido?!

Ahora todas las chicas del salón tenían su atención sobre mí mientras jadeaban y susurraban. Mi madre en una esquina me estudiaba en una esquina y asintió en aprobación con una pequeña sonrisa en su rostro.

—Solo un pequeño cambio. —Di vueltas provocando que mi vestido se moviera conmigo—. ¿Te gusta?

—En lo personal, a mí me encanta —comentó una de las amigas de Kim ganándose una fea mirada por parte de la novia.

Kim masajeó su sien, y apartó a la estilista para acercarse a mí. Se veía súper furiosa y yo estaba tan calmada al respecto.

—¿No puedes evitar querer llamar la atención? ¿Ni siquiera porque es mi día?

Estaba lista para decirle que nada de esto se trataba de llamar la atención cuando mi madre intervino:

—Basta, Kim —Que interviniera me sorprendió, normalmente no se metía en nuestras discusiones porque debía elegir un lado y eso la ponía en una posición que no le gustaba—. No es como si lo hubiera convertido en algo feo, está mucho más hermoso de lo que era. Es hermoso, Kath.

—¡Ella es así porque ustedes la consienten!

—¡Y tú eres muy dura con ella! —Mi madre tomó una respiración tratando de calmarse—. Pero ya, no veo la razón para discutir. Lo hecho, hecho está. Y hoy debe ser un día feliz, ¿bien?

Kim estaba dispuesta a continuar con la discusión, pero mi madre hizo que volviera a tomar asiento frente a su estilista y luego tomó mi mano para dirigirme hasta el pasillo desolado.

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