Nathaniel Ferrars, descendiente de una importante familia, ha sido castigado por su arrogancia y prepotencia a ser un maniquí por el resto de su vida. Solo un beso a la medianoche de una luna llena podría salvarlo de su condena.
Kathleen Evans es al...
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La mañana siguiente a la boda me desperté con poco ánimo. Mi mente estaba llena de confusión y lo único que quería era dar vuelta atrás al tiempo donde mi plan parecía una buena idea. Ya me daba cuenta sobre eso que decía Pagan sobre mis ideas siempre siendo locas era cierto.
Por suerte la escuela tenía tantos deberes para mí que en toda la mañana no me preocupé de nada excepto por terminar el año, graduarme y llevar mi trasero a Parsons. Es en lo que me centré, pero cuando llega el receso no hay manera de escapar porque lo primero que escucho es a Pagan preguntarme por Nathan. Aún no he tenido la oportunidad de contarle lo ocurrido en la boda.
—¿Cómo está Nathan?
—Podría decirse que se encuentra en su mejor momento —contesté sin ganas, evitando su mirada.
Quería contarle todo, era mi mejor amiga estaba ahí para escucharme. Pagan había sido la primera en decirme que esto era una mala idea y me advirtió de lo que podría pasar, pero porque soy terca no le hice caso. Lo último que necesitaba era escuchar su "Te lo dije".
Me pateó suavemente bajo la mesa para obtener mi atención.
—Siento que hay algo que no me estás diciendo. ¿Ocurrió algo en la boda? ¿Acaso Kim enloqueció?
Tamborileé los dedos sobre mi bandeja y negué la cabeza.
—Lo hizo, pero luego tuvimos esa charla que tanto necesitábamos y creo que ahora estamos en un diferente punto de nuestra relación.
—¡Eso es genial, Cat! —Exclamó con alegría. Pagan pasaba todo el tiempo exigiendo que debía tener una buena relación con mi hermana. Lo irónico era que ella era la menos indicada para pedirlo ya que ella no toleraba para nada a su mellizo—. Pero si no es eso entonces... ¿De qué va toda esa aura de tristeza a tu alrededor?
¿Era así de notorio? Tal vez lo era, ni siquiera me había tomado la molestia de vestir algo súper lindo y colorido. Mi madre insistía en que eso siempre definía mi estado de ánimo.
Suspiré.
—Nathan me besó —confesé.
Pagan se atragantó con su jugo y empezó a toser. Pequeñas lágrimas se agruparon bajo sus ojos. Parecía más sorprendida de lo que esperaba.
—¡¿Qué?!
—Nathan me...
—Entendí lo que dijiste, solo paso por mi estado de conmoción —Me interrumpió, se mantuvo callada como si dirigiera el hecho en su cerebro. Una gran sonrisa se formó en sus labios cuando lo hizo—. Ahora quieres explicarme por qué estás triste por eso porque yo no estaría para nada triste. Quiero decir él tiene unos labios muy lindos.
—Y es un muy buen besador —agregué. Aunque eso no era algo que admitiría frente a Nathan ni loca.