El tiempo parecía estar congelado. La manecilla del reloj parecía no tener planeado moverse. Nathan frente a mí leía un libro y yo no paraba de mover el pie, inquieta.
En la tienda de novias muchas esperábamos por nuestro turno, yo más que todas. La mayoría de ellas estaban embelesadas observando a Nathan y yo solo quería gritarles: "Algunas de ustedes están a punto de casarse. Tengan un poco de vergüenza". Quería que llegara mi turno, medirme mi vestido e ir a mi "cita" con Nathan, Pagan, Liam y Ginger. La cita más rara de todas.
Nathan suspiró cerrando el libro y luego atrapó mi mirada.
—Kitty, ¿podrías parar de hacer eso?
Supe de inmediato que hablaba de mi pie sacudiéndose como el de Tambor.
—Lo siento —susurré avergonzada. Debía entretenerme con algo para no volverme loca así que me incliné sobre la mesa y apunté al libro que leía Nathan. El chico no tenía nada que hacer además del trabajo y leía rápido así que ya iba terminando el segundo libro de la saga Lux—. ¿Por dónde vas?
—Han llamado a Katy a la dirección, su madre ha tenido un accidente.
—¡Es mentira! —Grité alertando a todos en el salón—. Es una trampa —susurré corrigiéndome de mi antiguo error—. Lo que va pasar es que...
Nathan cubrió mi boca con su mano.
—Shhh, no arruines la historia para mí, Kitty.
Tomando su muñeca alejé su mano de mi boca e hice como si la cerraba con un candado y perdía la llave. Mi mímica hizo a Nathan reír un poco, pero su risa se detuvo cuando algo en mi muñeca llamó su atención. Atrapó mi mano derecha y su dedo acarició mi muñeca. Su ceño fruncido estudiando lo que estaba dibujado en tinta.
—¿Tienes tatuajes? —preguntó sorprendido, parecía imposible para muchos ese hecho.
Asentí.
—Solo estos.
—¿Qué son? ¿Acaso están en chino? —Su dedo índice recorría el trazo y las cosquillas corrieron por mi cuerpo. Tuve que morder mi labio inferior para contener la risa loca por escapar.
—Son runas —expliqué y señalé la primera en la fila—. Amor. —Desplacé el dedo un poco hacia bajo—. Fuerza. —Hice un círculo alrededor de la última—. Coraje.
Aún recordaba el dolor de la aguja en mi piel. La chica de la tienda de tatuajes tuvo que cubrir mi boca con un paño. Puede que el dolor en ese momento fuera mucho, pero valió la pena. Incluso estar castigada durante un mes cuando mis padres se dieron cuenta valió la pena. Las tres runas dibujadas en mi piel por la eternidad eran mi brújula. Me recordaban el camino que debía seguir, la persona que quería ser.
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Finge Conmigo
Teen FictionNathaniel Ferrars, descendiente de una importante familia, ha sido castigado por su arrogancia y prepotencia a ser un maniquí por el resto de su vida. Solo un beso a la medianoche de una luna llena podría salvarlo de su condena. Kathleen Evans es al...