Un propuesta muy peculiar

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Apoyo los brazos en la mesa y cruzo las manos... Pensé que me temblarían, pero no lo hacen. Miro la marca blanca donde hasta hace un rato estaba mi anillo de matrimonio, y suspiro. Cuando levanto la mirada, y la clavo en esos ojos color miel que me observan con expresión de no entender nada, dejo de ser la que solía y me transformo en mi nueva yo.

Me aclaro la garganta y luego me inclino y tras una leve vacilación se lo digo:

—Tengo... ardientes fantasías contigo, en las que te hago cosas que seguro nunca te hicieron y te obligo a hacerme otras a las que probablemente te negarías, porque el nene bueno que vive en vos, jamás las consentiría —declaro con calma. Los ojos de él se abren, sus pupilas se dilatan y noto que está conteniendo el aire. —Y paradójicamente es ese nene bueno el que me provoca imaginarlas, y también morirme de ganas de someterte, de tenerte a mi merced, de corromperte por completo y luego plasmar la experiencia en un artículo...

"Igual que Aurelia Ardent, pero sin dinero y sin odio..." se me ocurre en ese instante, pero no digo nada y sólo intento buscar en su mirada el efecto de mis palabras.

Lo hay, seguro que lo hay...

Pestañea varias veces y luego baja la mirada. Algo interesante debe tener su café, porque no despega la vista de él.

Tamborileo con las uñas en la mesa y sonrío. Me pasé las cuatro horas anteriores pensando en cómo hacerle el planteo, y finalmente encontré las palabras. Lo suficientemente directas, con el toque exacto de morbo y la dosis perfecta de sensualidad. Me sentí segura cuando bajé la persiana americana de mi oficina, y me grabé diciéndolo. Palabras efectistas, que espero también sean efectivas... Imaginé cada detalle del encuentro. Anticipé que iba a llegar antes, porque se fue a las seis del banco. Supuse que me esperaría con esa desarmante sonrisa... Estaba preparada para mostrarme segura y no andar con rodeos... No le dije más que "hola" y luego se lo solté.

La suerte está echada y no puedo perder. Si me dice que no, si me rechaza, haré de cuenta de que se niega a colaborar con mi inexistente artículo y no me sentiré tan despreciada. Después de todo soy escritora y periodista, y puedo darme estos pequeños lujitos de fantasear y comentar mis proyectos como si nada.

El asunto es si me dice que sí... ¿Qué haré en ese caso? Y de pronto me doy cuenta de que mi estudiado planteo está pensado para una negativa. ¿Qué es lo que pretendía? ¿Cohibirlo? ¿Hacerme la sofisticada comehombres? ¿Excitarlo? Carajo, parece que se escaparon algunos detalles en mis planes. Cómo seguir adelante si me dice que sí, por ejemplo...

Mis dedos se crispan de pronto, y la que contiene el aire ahora soy yo. ¿Realmente quiero hacer lo que acabo de decir? ¿Me atrevería?

Su voz interrumpe mis cavilaciones.

Es casi un murmullo...

—No sé si... No sé qué... —comienza a decir, pero parece que no le sale. —Perdón, no sé si me estás hablando en serio o me estás...

Se detiene y me mira a los ojos. ¿Espera que complete la frase? Bueno, no voy a ser yo la que se niegue al desafío de encontrar la palabra justa. La palabra es mi instrumento, y encontrar la más precisa es lo que mejor se me da.

—... "descansando"? —completo como una idiota y de inmediato me vienen unas abrumadoras ganas de cortarme las venas con una galletita oreo. ¿Qué mierda acabo de decir? ¿Cómo "descansando"? ¡La putísima madre! Esto me pasa por vivir con un adolescente. ¡Descansando! Podría haber dicho "vacilando" o "jodiendo". ¡Podría haber completado con un anticuado "tomándome el pelo"! Pero no...

Séptimo CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora