Segunda parte del capítulo "Nos estamos entendiendo"

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(Viene del capítulo anterior)...Sin darle tiempo a pensar, lo acerco a mí y lo vuelvo a besar tiernamente. Suelto su muñeca y le acaricio el bulto de arriba abajo...Parece olvidarse del dolor, y gime, apasionado. 

Intercambiamos saliva y sangre unos segundos, y cuando siento su mano incursionar tímidamente en mi pecho, cierro la mía en sus huevos.

—¡La puta madre!

Bueno, ahí le afloró el barrio. Se bancó lo de la mordida sin decir una palabra, pero lo de los huevos...

—Soltame, por favor... Ana...

Lo más sorprendente de todo es que no intenta sacarme. Aprieta los puños, pero no toca la mano que lo tortura.

Parece que vamos entendiendo... Nos estamos entendiendo.

Aflojo la presión, y él respira aliviado.Y ahí empieza el baile. Le muerdo la boca mientras le froto el pene. Lamo la herida, y presiono sus testículos con fuerza, aunque no tanto como la primera vez. Alterno una y otra forma de tortura, deleitada por sus protestas, por sus gemidos, por su indecisión entre el rechazo y la receptividad, por sus apasionados jadeos, por sus quejidos de dolor.

No intenta tocarme... Ha aprendido la lección.

Me separo un momento y veo sus puños crispados sobre sus muslos.Le estoy sacando la cabeza del lugar, de tanto tenerla forzada hacia mí. Tengo la mano izquierda en el bulto, y con la derecha oprimo su mentón y mejillas con el pulgar y el resto de la mano, de manera de tener completo acceso a sus labios y su boca abierta... El sabor metálico de la sangre hace que mi mente vuele.

Estoy tan excitada que podría acabar sólo moviéndome un poco contra el asiento, pero no lo hago. Esto es una prueba, y a la vez una lección.No solo lo pruebo a él, también me estoy probando yo...Y ahora sé que puedo hacerlo.

—De esto se trata, Hernán. Placer y dolor a la vez... Ponerte en mis manos y soportar mis exigencias...—susurro en su oído sin dejar de tocarlo.

No sé de dónde salen mis palabras pero de pronto sé exactamente qué decir, qué hacer... Y lo disfruto tanto...

—No... estoy seguro... de poder... aguantar... —lo escucho decir entre jadeos contra mi cuello.

Pero esta vez no siento que se está echando atrás en absoluto.

—¿Duele mucho? —pregunto con ironía.Hernán suspira.

—No es eso... Si seguís tocándome así... voy a... acabar...

Mi mano se detiene, y me alejo. Me acomodo la ropa, y me arreglo el pelo... Me miro en el retrovisor y me paso un dedo por la comisura del labio inferior.

Él respira agitadamente, pero no se mueve.Me siento una verdadera hija de puta, pero también experimento una gran satisfacción. No lo privé del orgasmo porque él me lo pidiera, sino porque sería un desastre que acabara en su ropa interior. Además, no tengo claro que buscara detener el movimiento de mi mano; tal vez solo quería avisar lo que iba a suceder si continuaba.Y me vino bien... 

Mi veta malvada dominante salió a relucir.Como prueba, es un sobresaliente. Marqué las pautas sin hablar, y él soportó estoicamente. ¡Fue genial tener el control! Mis ojos brillan, y mis mejillas arden... Estoy muy excitada pero lo disimulo, pues eso le daría a él cierto poder...

Vuelvo la cabeza y lo miro. Su rostro se ve enrojecido, está despeinado y con la boca húmeda e hinchada. Está como para comérselo de nuevo.Por unos segundos no decimos nada. Sé que está esperando que hable yo, por su actitud expectante, y su mirada inquisitiva.Y lo hago.

—No fue tan malo ¿verdad?

Inspira profundo y mueve la cabeza, negando.Sonrío.

—¿Qué pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones? —pregunto, irónica.

Ahora también sonríe él.

—No fueron los ratones —replica con timidez.

Es muy graciosa su expresión, y no puedo evitar reír.

—Es verdad —asiento. 

—Decime dónde vivís que te alcanzo.Pero la expresión de Hernán cambia súbitamente.

—¿Cómo?

Se lo ve bastante contrariado y no termino de entender el porqué de su cambio de humor.

—Si no querés decirme, no importa. Te acerco a una parada de taxis ¿te parece?

—No, no me parece —niega terminante.

—No entiendo...

—Lo que menos me preocupa es cómo voy a llegar a mi casa. Más bien estoy pensando que lo más duro de todo esto es esa alevosa actitud tuya de "use y tire". ¿Lo hacés a propósito? —me increpa.

No lo puedo creer... ¿Qué clase de planteo es este? ¿Qué clase de esclavo es este, por Dios?Lo abofetearía si no se viera tan atractivo con los ojos brillantes por la indignación. La verdad es que me pone a mil esa absurda rebelión después de lo que le hice, y siento muchas ganas de volver a besarlo.

—Eso sin duda no es lo más duro —le digo con una insinuante mirada a su entrepierna, pero no logro la sonrisa que deseo.

Hernán mueve la cabeza, disgustado. Y luego me sorprende abriendo la puerta y bajando del coche.

—¡Esperá! —exclamo mientras hago descender el vidrio. —¿Qué hacés?

Cierra de un portazo y luego se inclina y me mira a los ojos a través de la ventana abierta.

—Me bajo antes de que me metas dinero en los bóxers —me dice muy serio.

Me quedo con la boca abierta, sin encontrar las palabras para replicarle.Es un insolente, y me hace sentir muy avergonzada. ¡Me siento una pervertida! No sé qué mierda decir...Y no digo nada. 

Me quedo paralizada observándolo irse con paso rápido y con una clara actitud de furia que delatan sus puños apretados.Metí la pata hasta el fondo.¿Qué hace la tierra, que no me traga?

Permanezco en el auto por largos minutos, sin terminar de entender si se ofendió sólo porque le ofrecí llevarlo a su casa. ¿O fue porque no lo dejé acabar? ¿Será la tensión sexual la que lo hizo actuar así?Si fuera por eso, yo tendría que haber estallado en un ataque de nervios memorable. Todavía estoy que me trepo por las paredes...

Enciendo el coche, y me voy a mi apartamento.Y la última imagen que acude a mi mente antes de dormirme, es la dura mirada Hernán.



Séptimo CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora