Nos estamos entendiendo

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Solo seis cuadras me separan de mi objetivo. Es corta la distancia, pero con cada metro que avanzo crece mi cobardía.

Ayer, mientras iba a encontrarme con él en Cofee & Milk para hacerle la propuesta me sentía segura de mí, pero hoy no sé qué carancho voy a decir o hacer.Ni siquiera tuve tiempo de hablarlo con mis amigas... ¿Será el momento de llevarlo a un motel? ¿Me lo voy a apretar en el auto o sólo vamos a hablar?Creo que eso último está descartado pues convinimos que los detalles se afinarían sobre la marcha, pero el asunto de la acción... ¿la habrá? Lo que sí está claro es que si la hay, la propiciaré yo, no él.Si es Hernán el que avanza, se parecería mucho a un relacionamiento tradicional que sinceramente no me excita tanto como lo otro que tengo en mente. Así que si eso sucede, deberé dejarle bien establecido que aquí la que manda soy yo. Es eso, o no será.

Y un poco más segura, dejo de andar en primera, pongo la segunda y luego la tercera y de inmediato lo diviso. Recostado en el cartel de PARE, con el móvil en la mano y cara de concentración.Lo observo por unos instantes... 

Qué lindo es. Qué frescura, qué juventud... No tengo derecho a tomarlo de conejillo de indias para algo tan asquerosamente sórdido. ¿Y si se la chupo en el coche y asunto solucionado? ¿Si me lo llevo a un sitio y cogemos normal? Es decir, lo dejo comportarse como un machito corriente y permito que me coja como quiera...La idea no me disgusta para nada, pero tenerlo con una cadena en el cuello me excita más.

No lo pienso. Freno a su lado y destrabo la puerta.De inmediato se mete en el coche y nos miramos.

—Si querés vamos a mi casa —me dice.

Infracción. Como para tarjeta roja, la verdad.A ver... Hasta dónde él sabe, mi propuesta tiene que ver con su sometimiento, y un esclavo sexual no propone el sitio ni por asomo. Al menos lo que he leído tiene que ver con eso... Ellos no disponen, sólo obedecen. Algunos ni siquiera hablan sin permiso.¿Así que quiere que sea en su territorio? ¿Aún no le quedó claro que si pasa algo, tanto ese como otros detalles los defino yo? Me parece que en el mejor de los casos no tiene idea de qué va la cosa y en el peor, quiere darla vuelta y agenciarse un polvo común y silvestre con una veterana que lo calienta.Llegó la hora de aclarar los tantos y mostrarle quien es la dueña de la pelota.

Sonrío enigmáticamente, y ya más segura de mí, me pongo en marcha sin decir una sola palabra. Ni siquiera lo miro... Conduzco con calma, y simulo estar muy atenta al tránsito mirando los retrovisores.

—No te dije donde vivo...

Un semáforo en rojo me detiene, y recién ahí le echo una mirada.

—Ni falta que hace. No vamos a ir.

Frunce el ceño... El pobre está más nervioso que yo.

—¿Y adónde vamos entonces? ¿A la tuya?

Suspiro y muevo la cabeza.

—Hernán, el dejarte llevar es la columna vertebral de mi propuesta. Si no estás dispuesto, empezamos mal.

Aprieta los labios y no dice nada.

—Además, no quiero que tu mamá se muera infartada —agrego maliciosamente. Después de todo, él mismo fue el que me dio el dato de que aún vive con su madre.

—Ella está en Buenos Aires —dice en voz baja.

Caramba, qué increíble coincidencia. Los dos vamos a hacer travesuras aprovechando que nuestros seres queridos están fuera del país.

Es noche cerrada ya, y hemos salido del centro. Conduzco por la perimetral hasta el Prado, y me detengo en la calle oscura detrás del Jardín Botánico. ¡Si habré "apretado" acá con algún novio! Es un lugar hecho para el amor, pero ahora sucederá otra cosa muy distinta...Apago el coche y lo miro. Está nervioso, lo sé. Y para qué negarlo: yo también, pero sé disimularlo.

—Te veo algo alterado...Suspira y baja la cabeza.

—Lo estoy.Y ahí tengo una súbita inspiración. De pronto sé exactamente qué es lo que quiero y qué voy a hacer.

—Comprobemos cuan alterado estás.

Me desprendo el cinturón, y luego se lo desprendo a él. Tomo su rostro con ambas manos, y lo beso.Lo escucho gemir contra mis labios y me derrito... Le meto la lengua de forma impetuosa, y él se deja hacer por unos instantes, pero después me corresponde de igual manera. Me retraigo un poco para que no agarre alas, y mostrarle que el control lo llevo yo, pero él continúa avanzando con una voracidad increíble. No me imaginaba que fuera tan apasionado... Hay lujuria en el beso pero también hay ternura.

Vamos a cortar con tanta dulzura. 

Voy a tomar la batuta.Literalmente... Le suelto la cara, y sin más miramientos bajo la mano.

Bueno... Esto es algo descomunal. ¿Cómo hizo para tener esta erección en los diez segundos que nos besamos? No, esto lo trae de antes...

Intento cerrar la mano, pero no puedo. No puedo abarcarlo todo. Presiono con fuerza y me sorprendo de su dureza.Pero sin duda, el más sorprendido es él, que retira su lengua de mi boca y jadea.

—Dios... —murmura sin despegar sus labios de los míos.

Muevo mi mano sobre su pene. La deslizo de lo que parecería ser la punta, hasta los huevos... Los masajeo suavemente y noto que también están como piedras.Abro los ojos y me separo un poco para ver su expresión. Está en el séptimo cielo, no hay duda. Es éxtasis total...

Pero aquí se termina todo. 

La idea es que yo disfrute, y que él sufra un poco. La idea es que odie sufrir, pero se someta por mí. La idea es que termine adorando el sufrimiento por asociarlo a mi placer. La idea es que finalmente, asocie su placer al mío cuando yo se lo permita.

Quiero que padezca física y psicológicamente. Y le voy a dar una muestra.

Le acaricio los testículos mientras vuelvo a besarlo, esta vez con dulzura. Acepta el beso, deleitado, y luego hace el movimiento equivocado: pone su mano sobre la mía y la oprime contra su miembro.

Mi reacción lo hace gritar...Con la misma mano que lo estaba tocando le agarro la muñeca mientras le muerdo el labio inferior con tanta fuerza, que cuando súbitamente se retira, termino lastimándolo. La sangre aflora y él se pasa la lengua por la herida. Sus ojos reflejan el espanto que debe estar sintiendo...

Sin darle tiempo a pensar, lo acerco a mí y lo vuelvo a besar tiernamente. Suelto su muñeca y le acaricio el bulto de arriba abajo...Parece olvidarse del dolor, y gime, apasionado. Intercambiamos saliva y sangre unos segundos, y cuando siento su mano incursionar tímidamente en mi pecho, cierro la mía en sus huevos.

—¡La puta madre!

Bueno, ahí le afloró el barrio. Se bancó lo de la mordida sin decir una palabra, pero lo de los huevos...

—Soltame, por favor... Ana...

Lo más sorprendente de todo es que no intenta sacarme. Aprieta los puños, pero no toca la mano que lo tortura.

Parece que vamos entendiendo... Nos estamos entendiendo.

(no es el capítulo completo. Continuará)




Séptimo CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora