Me retuerzo en el ascensor. Vamos, vamos, vamos que me meo.
Los nervios afloran por fin, y estoy a punto de hacerme pis encima. Pero no...
Llego al baño justo a tiempo, y mientras descargo reviso mi celular.
Mensaje de mamá. Me invita a almorzar mañana. De Nico nada, pero no me preocupa porque hablé con él hoy a las seis.
Y tampoco nada de Hernán.
Hace media hora que lo dejé en la esquina de su casa, y no es que esté esperando que me contacte, pero me gustaría saber que está bien.
¿Remordimientos, Ana?
Un poco. Bueno, no son remordimientos exactamente, sino preocupación; hace unos días le abrí el labio de una mordida, y hace un rato de una cachetada. ¿Y todo por qué? Porque se atrevió a tomar la iniciativa. Porque intentó transformar lo que sucedía en algo común y corriente, sin encanto, sin nada.
No fue por tocarme que lo golpeé. Tampoco fue porque me enojé.
Quería ver hasta dónde puede aguantar. Quería sacarlo de sus casillas.
Me gustaría que pensara: "¿Es que estoy loco por dejarme hacer esto? ¿Cómo permito que suceda?" Y que aún así siguiera soportándolo. Y deseándolo.
Pero de verdad me preocupa haberlo lastimado más de la cuenta, así que no lo pienso más y le mando un Whatsapp.
"No esperes al lunes, para que Flopy te ponga hielo en el labio. Ponételo vos mismo."
Espero... Nada.
Mientras me saco la ropa, y me preparo para acostarme, le echo miradas furtivas al celular. No puedo creer que me ignore así. ¿Le habrá caído la ficha y no querrá saber más nada de mí?
El celular vibra, y yo me abalanzo sobre él.
"De hecho Flopy podría ponérmelo ahora mismo. En este momento está todo el equipo en Azabache tomando unos tragos" me contesta.
Me quedo patitiesa. Leo una y otra vez, y no sé cómo interpretar el mensaje. ¿Está en Azabache con la tetona? ¡La concha de su madre! No puedo creer que yo haya calentado el agua y la hija de puta esa se ponga la bombilla en la boca y se tome mi mate.
Tengo impulsos asesinos en este momento.
"¿Estás en Azabache con Flopy? Bueno, espero que encuentres alivio con ella esta noche" escribo con fingida indiferencia.
Camino por la habitación completamente desquiciada hasta que me llega la notificación que esperaba.
"No estoy con ellos. Tenía cosas que hacer... Por ejemplo, pegarme una ducha larga y fría por tu culpa"
Sonrío extasiada. Mi mate y su preciosa bombilla están a salvo. Tal vez ya no tan caliente, pero completamente a salvo.
"¿Fue efectiva esa ducha?" le pregunto con evidente ironía.
"No. Tuve que emplear otros métodos para encontrar cierto alivio..."
Suelto la carcajada. Qué morbo, por Dios.
"¿Sin mi autorización?"
"No sabía que la necesitaba. ¿Estoy en problemas?"
Ah, caramba. ¿Me está provocando? ¿Eso quiere decir que está disfrutando de todo esto tanto como yo?
"Corazón, por el solo hecho de haber pisado mi mundo, estás en problemas. Y yo también... Haceme caso, ponete hielo en la boca y tomate un analgésico. Nos vemos el lunes."
De inmediato me llega un audio.
—"No te vayas, Ana."
Vaya... El descubrir que escuchar su voz agita las mariposas de mi vientre que ya a esta hora deberían estar dormidas, me turba bastante.
"Decime" escribo nada más.
"Quería saber si cumplí con tus expectativas. Es que por momentos siento que pasó de todo, y en otros que no pasó nada... Me dijiste que esto iba a seguir, pero no estoy seguro de que sigas deseándolo. No sé qué pensar. No tengo muy claro si obtuviste lo que querías o no", me escribe con sorprendente rapidez.
No voy a complacerlo. Si quiero mantener el control, no debo atender a todas sus demandas, y hablar sobre lo que yo pienso o siento, no está en mis planes por ahora.
"Yo sí saqué en claro algunas cosas. Por ejemplo, que me equivoqué cuando te acusé de hacerles el culo a tus amigas del Opus...Vos estás en la vereda de enfrente" le puse. Soy una descarada al hacer referencia a un tema tan delicado como el religioso, pero no lo pude evitar.
"Sorpresa. Mi padre es judío; yo no. Como era sólo un bebé no pude defenderme..."
No se ofende, ni parece tomarlo a mal. Si me bancó esa acusación horrible, no se va a enojar ahora...
"¿No sos un hombre de tradiciones, entonces?"
"No en el tema religioso. Me defino como agnóstico... En cuanto a otros ámbitos, creía que lo era hasta que te conocí a vos, y me encontré diciéndole sí a tu propuesta nada tradicional."
Me río abiertamente. Este chico es una caja de sorpresas. ¡Un "nene bien" agnóstico! Sólo falta que me diga que es socialista y me tiro del balcón por no acertar ni una sola.
Esto amerita un audio. Oprimo el botón y grabo:
—"Te vas a sorprender de cuántos límites podés cruzar. Te dije que no habías visto nada... Sí, Hernán. Esto va a seguir, tal vez hasta que me aburra o vos te espantes, y salgas corriendo a buscar esa vida normalita y tradicional de la que quizá jamás debiste apartarte."
Y yo tampoco, aunque él no sabe que así era mi otra yo. Normalita y tradicional hasta que llegó él. Pero lo hice, pasé el límite, y no me arrepiento. Para nada me arrepiento. Y mientras reflexiono sobre eso, me llega la respuesta de Hernán.
"Si depende de mí, sólo te digo una cosa: quiero más. De lo que sea, pero quiero más."
Un escalofrío me recorre la espalda. Parece que le gustó tanto como a mí. Las manos me tiemblan y de pronto me encuentro deseando tenerlo atado y con los ojos vendados, aterrado y caliente a la vez.
Tengo que serenarme, porque así no puedo seguir.
"Hernán, creo que necesitás ponerte hielo en otra parte además de la boca. Que descanses."
Desconecto el wifi para no tentarme y seguir este diálogo, aunque eso signifique ignorar a mis amigas, que deben estar ansiosas por saber qué pasó entre nosotros.
Igual no les iba a contar los detalles.
Nuestra primera visita a Séptimo Cielo fue el comienzo de algo que no sé muy bien qué es, pero presiento que va a cambiarnos la vida para siempre.
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Séptimo Cielo
RomanceAna tiene cuarenta y dos años, es divorciada y su hijo adolescente se encuentra en los Estados Unidos perfeccionando el inglés. Su rol de madre ha cambiado, el trabajo no le proporciona las mismas satisfacciones que antes... Hasta que llega Hernán G...