Mi Principito

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La situación no podía ser peor.

Me jugué todas las cartas y perdí. Hernán me tiene miedo...

Y tal vez hasta sienta asco, después de todo soy una mujer grande intentando levantarme a un pendejo con intenciones bastante reñidas con la moral de la mayoría de la gente. Y para colmo de males, ese burdo intento no ocurrió en el encuadre adecuado, como lo sería un bar o un club de sexo, sino en la cafetería que queda a la vuelta de nuestro trabajo.

¡Qué decadente, por favor! Y absurdo. Una vergüenza...

Finalmente primó la cordura, afloró el temor y el niño bueno que vive en él, lo hizo arrugar e irse al mazo. ¿O fue la niña buena que vive en mí la que se boicoteó este caprichito?

¿Cómo es que me atreví siquiera a pensarlo? ¿Cómo pude hacerle la propuesta? ¿Cómo osé echarlo a perder una vez que casi casi lo tenía?

Lo asusté, no hay duda.

Y también me asusté yo...

Me desconocí totalmente. Hasta hace poco yo era una mujer que había renunciado al sexo y al amor, luego de una inmensa frustración y un gran dolor. Y de buenas a primeras me encuentro deseando lo que no debo con quien no debo...

¿Dónde está la Ana de toda la vida? ¿La que tenía miedo al ridículo, al qué dirán? Batallé contra la infidelidad, contra las pérdidas, contra la soledad. Me hice fuerte; quizás demasiado... Pensé que lo tenía todo resuelto, que estaba más allá del bien y del mal, y ahora me encuentro dando vueltas en la cama, sin poder dejar de pensar en ese chico. ¿Qué me pasa?

¿Qué carancho me está pasando?

No lo sé, pero esta noche dos miligramos de Diazepam me van a enviar derechito al mundo de los sueños, donde no hay preguntas sin respuesta, ni jovencitos de ojos color miel que provocan hacerles cosas sucias, muy pero muy sucias.

Y mientras me hace efecto la pastillita, siento nostalgias de la desgraciada que fui un día, porque era una desgraciada con razón, y no como ahora que me estoy desesperando por una locura adolescente nada acorde con mis cuarenta y dos.

Hace exactamente tres años que cuido con celo las telarañas entre mis piernas, que no son más frondosas por mi inseparable amigo a pilas. Le he dicho adiós a mi vida como mujer y desde hace años vivo sumida en un cómodo letargo.

Hasta que llegó este pibe tan tierno, tan dulce, tan corrompible...

Desperté... ¡y cómo! Desperté con unas ganas extrañas, con deseos prohibidos, con ansias de experimentar lo que nunca imaginé.

Hernán me provoca fantasear cosas raras, inusuales... Es la primera vez que siento ganas de probar el sexo solo por el sexo. De evitar el afecto ex profeso. Es como si no me reconociera con este tipo de necesidades, y mucho menos con este grado de iniciativa hasta el punto del papelón.

¿Cómo lo voy a mirar a la cara mañana? Si no fuese tan profesional hasta daría parte de enferma para no tener que enfrentarlo, pero resulta que no puedo con mi genio y además tengo mucho trabajo. ¡No puedo faltar sólo porque fracasaron mis planes!

¿Fracasaron de veras? ¿O tal vez haya esperanza?

¿Quiero que suceda? No lo sé... De pronto me encuentro pensando en desabotonar el primer botón de su camisa y morderlo fuerte...Claro que quiero que suceda... Este tipo de desafíos me gustan, solo que en este instante no se me ocurre la forma de encarar.

Ya veré como me las arreglo, pero ahora debo intentar dormir, para olvidarme hasta mañana de que hay sangre corriendo por mis venas todavía.

No tuve que pensar mucho en cómo abordar la situación que me estaba inquietando tanto, porque fue el propio Hernán quien me habló.

Séptimo CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora