En fin, aquí estoy. Metida en el baile y lista para bailar. Me lo quedo mirando desde la puerta del baño...
El sol del atardecer le da en los ojos y parece molesto. Tiene el ceño fruncido, mientras revisa con desgano el celular. Desliza dos dedos por la pantalla una y otra vez como si estuviese mirando fotos, pero su rostro no cambia de expresión. Se lo ve concentrado... Y muy pero muy extraño.
Y si lo pienso bien no es para menos... Le acabo de proponer algo bastante inusual... ¡En su vida se le habrá cruzado por la mente cumplir el rol de esclavo sexual! Es evidente de que no tiene idea de en qué consiste y a decir verdad yo tampoco.
No es que esté segura de que lo está considerando, pero la idea tiene que haber dejado alguna huella en su psiquis. Tal vez no sea agradable, tal vez tenga que ver más con el espanto que con otra cosa, pero algo habrá dejado, digo yo...
Me pregunto si creerá que yo suelo hacer estas cosas, o que no es la primera vez que hago algo así. Y mientras me lo pregunto, él gira la cabeza y me atrapa parada como una boluda, mirándolo.
Me repongo con rapidez, y en segundos me instalo frente a él con una sonrisa de pinkgloss.
—¿En qué estábamos? —pregunto, falsamente casual.
Se encoge de hombros y deja el teléfono a un lado.
Pensé que se iba a hacer el tonto, y me iba a decir que no se acordaba poniéndome en el apuro de hacerle el planteo nuevamente, pero no.
—En que me ibas a contar en detalle de qué se trata lo que me estás proponiendo —dice con calma.
La puta madre... Directo a la llaga, pero estoy preparada.
—Ah, sí. Eso... —entrelazo mis dedos, apoyo los codos sobre la mesa y el mentón sobre mis manos. Sé que me veo bien así, porque ya he ensayado esta postura ente el espejo. —Bueno, pensaba entrar en detalles sobre la marcha, porque no creas que tengo todo planificado... Es más, creía que podíamos explorar juntos este juego de roles que consiste básicamente en que te dejes hacer cosas que bordean los límites del dolor y el placer... Y también que hagas otras que te pida, con el único fin de satisfacerme. Obviamente, todo en el marco de un acuerdo consen...
—Ana.
No me esperaba esta interrupción pero la agradezco porque se me está terminando el rollo.
—¿Sí?—pregunto bajando las manos a mis muslos. Me las seco contra la falda porque las tengo empapadas.
—¿Vos lo que querés es poner en práctica lo del libro de Grey, pero al revés? —pregunta con un hilo de voz, pero sin dejar de mirarme.
Vaya... Esto sí es completamente inaceptable y se lo digo.
—No, Hernán. Yo vivo mi propia vida y escribo mis propios libros.
Ahí tenés. Te dejé mudo y tecleando... ¿Así que pensabas que era una porno mamá intentando salir de la rutina? Si hay algo que no soy es eso que estás pensando, corazoncito.
—Entonces no entiendo...
Suspiro. No entiende... Bueno, yo podría explicarle mejor, pero con hechos si tan solo me diera la oportunidad.
—¿Qué es lo que no entendés? Tengo una fantasía que quisiera cumplir y de paso sería una experiencia que me resultará muy útil para...
—Sí, sí, ya sé. Para un artículo o un libro... Lo que no entiendo es por qué me lo proponés a mí. Es decir... ¿qué te hace pensar que podría ser la persona indicada para tus... fines? —pregunta finalmente.
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Séptimo Cielo
RomanceAna tiene cuarenta y dos años, es divorciada y su hijo adolescente se encuentra en los Estados Unidos perfeccionando el inglés. Su rol de madre ha cambiado, el trabajo no le proporciona las mismas satisfacciones que antes... Hasta que llega Hernán G...