|| Cartas a Moxley || [EDITANDO]

★Capitulo 22★

¿Jon?

Narra Ekaterina:

Me siento al borde no hay alguna descripción de cómo me siento en realidad.

Había decidido después que me dieran de alta que si en realidad quería conocer lo que era mi pasado debía arriesgarme y por lo visto la única pista que tenía hasta el momento eran los correos que recibía eventualmente, en los que obviamente nunca pensé que serían las respuestas.

Por esa razón decidí que era tiempo conocer a JM.

La situación de Madison también me tenía algo perplejo, nadie sabía lo que le había pasado aunque era obvio que la golpiza que recibió era una con motivos de acabar con su vida.

Solo que no encontraba alguna razón para ella.

La ayuda de Dean también se me hizo algo extraña.

Por lo que supe la trajeron de emergencia -Dean- pero no pude obtener más información.

Y tampoco creo que su agresor sea Dean, simplemente no hay razones, aunque por la charla en su departamento puede que sea así.

Inmediatamente me reprendo por el pensamiento el no sería capaz.

Ni siquiera había tenido el valor de hablar con el sobre lo que paso hace tres días, corrí a Sami del hospital por lo que creo que no querrá verme y en realidad tampoco lo deseo.

Cuando sali del hospital lo hice sin pensar a qué lugar por lo que mi mente divaga y decía que el departamento que antes compartía con Madison ya no lo sentía, pero mis pies me fallaron y desde luego me encontraba junto en la puerta del edificio en el que se encontraba.

Solté un largo suspiro, mi situación era la más triste del mundo, no tenía padres, amigos, nadie.

Estaba completamente sola.

Dean, ni siquiera sabía que éramos aunque a largo plazo sabíamos en lo que se convertiría.

Entre al apartamento visualizando cada detalle de él, si antes lo sentía como mi hogar. Hoy ya no lo era.

Todo seguía igual, después de todo eran solo objetos, no sentían. Yo sí.

Camine a mi habitación y me despoje de mi ropa, necesitaba una ducha para tranquilizarme.

El doctor receto las mismas pastillas para aliviar los dolores pero no receto ningún para aliviar el dolor que había crecido al saber que había estado rodeada por mentirosos.

(...)

No medí el tiempo de mi siesta, cuando desperté el sol ya había salido.

Me había desaparecido toda la semana del trabajo, seguramente ya estaba despedida pero debía aunque salir a dar mi cara.

Decidida abandone mi cama y me dirigí hacer mis deberes mañaneros, sin ningún ánimo.

La cafetería se encontraba a solo unas calles, por lo que no me tomo mucho tiempo llegar, captando rápidamente la mirada desaprobatoria de mi jefe, mis pies caminaron hasta la barra.