Capítulo 3: Des-afortunadas

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-Que mal me encuentro...-murmuré dando tumbos por la calle.-Me han dado garrafón los hijos de puta...

Me detuve un momento en el borde de la acera para quitarme los molestos tacones y seguí caminando.

No sé qué hora es ni dónde estoy, solo sé... que estoy muy borracha.

Y eso nadie me lo podía negar.

Intentaba hacer un poco de memoria para recordar qué había ocurrido en la fiesta, pero solo recordaba a Keana dandome bebidas y luces... muchas luces. También creo que le vomité a alguien, pero la verdad no lo recuerdo.

Miré el enegrecido cielo, donde solo se veía alguna que otra estrella furtiva y la luna en cuarto menguante.

Bajé la mirada encontrándome con las calles desiertas de un barrio lujoso. ¿Esto era Beverly Hills? Espera, ¿eso no era en Los Angeles? Espera... ¿yo dónde vivo?

Puta Keana, me ha dado demasiado alcohol.

-Joder los pies me están matando- me senté en la acera estirando las piernas, intentando que el dolor se me fuera y que un coche no pasara y me arrancara las piernas.

Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos para descansar un poco. Me pasé una de mis manos por mi cuello notando el sudor que tenía y eso que llevaba muy poca ropa puesta.

Metí la mano en el bolsillo de mis shorts para buscar el móvil sin poder encontrarlo. Me levanté del suelo y busqué en todos los bolsillos de mis shorts y mi camisa sin encontrar el teléfono, solo encontré las llaves y un paquete de chicles.

-¡No me jodas!-le grité al mundo entero lanzando el paquete de chicles a ninguna parte.

-¡Ay!

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-¿Qué ha sido eso?- me quejé frotándome la sien izquierda, el lugar donde algo me había dado.

Me agaché y vi un paquete de chicles de fresa tirado en el suelo, el "proyectil" que me había dado en toda la cabeza.

Lo recogí del suelo y al mirar en la dirección en donde me habían dado vi a una chica quieta que me miraba sorprendida. Me froté la sien izquierda gimiendo aún por el leve dolor que me había hecho y le mostré el paquete.

-¿Es tuyo?- le grité ya que estabamos separadas por unos metros por la carretera.

-No...

-¿Segura?

-Sí...- la miré con el ceño fruncido sin creerme lo que decía. La chica seguía tan quieta como antes y gracias a la luz de la farola pude verla mejor.

Era alta, de piel pálida y con el pelo negro e iba vestida de forma muy sexy, con una camisa de cuadros, pantalones negros y una mini camiseta que casi parecía un sujetador.

-"Vendrá de una fiesta..."- pensé después de verla con detenimiento.

-¿Tengo monos en la cara o qué?- me dijo borde cruzándose de brazos.

-Ah, yo no...

-¿Y además qué hace una niña tan pequeña como tú a estas horas en la calle?

-¿Cómo que pequeña?¡Tengo 16 años!

Pasó su mirada por todo mi cuerpo de arriba a abajo, como si me estuviera analizando.-No tienes las tetas de una chica de 16... No tienes tetas en general.

-¡Ah...!¡Yo...! Aghh- farullé molesta. ¿Quién diablos es esta chica?

-¡Mira, si hablas como los bebes!¡Ja!- se rió a carcajada limpia enfadándome más.

Reencarnación |CAMREN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora