Chapter 14

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La calle llueve demasiado estruendosa. Con agua en todos lados y autos que van desesperados de un lugar a otro.

La lluvia sacude mi cabello y mi piel completamente mojada, el sweater ya se ha perdido entre la grasa de mis brazos y abdomen, y creo que mi pantalón también, me encuentro caminando con rapidez, para quemar calorías, y con la escusa de que voy a la ferretería más alejada de la ciudad.

Llevaré, al menos, cuatro horas haciendo lo mismo. Con el estómago revuelto y las rodillas temblando, pero sé que puedo huir de las voces en algún momento.

Ellas gritan, de forma estruendosa y agobiante, todas al mismo tiempo. Me hablan de la grasa, de las calorías, de los alimentos, de mi estómago, de mis muslos. Me gritan tanto, que no estoy segura de cómo he logrado escuchar a los autos para que no me atropellen. Aunque todo sería mejor si eso pasara, o si sólo no existiera.

Bajo del segundo autobús, el que he tomado en medio de lágrimas disimuladas y gritos silenciosos, y sigo corriendo hasta la ferretería que se alza sobre la última calle que me queda.

La ferretería se encuentra a punto de cerrar, por lo que entiendo que he llevado todo el día huyendo de algo que se encuentra dentro de mí, y sólo avanzó hasta el corredor que contiene diferentes artículos apodados «punzones».

Me golpeo mentalmente cuando veo las descripciones y formas. ¿Metal o acero? ¿Punta redonda o recta? ¿Paleta o pincel?

-¿Necesitas ayuda?

Me doy la vuelta, mirando al chico de ojos azules de aspecto cansado. Sus ojos curiosos me escanean, quizás por el enorme charco de agua que hay bajo mis mojadas zapatillas, y señaló de forma tonta los punzones colgados.

-No sé qué llevar.

La sonrisa ladeada me inspira a confiar en él, pero las voces me lo prohíben, por lo que sólo avanzo un paso hacia el lado cuando él se acerca.

Puede tropezar con toda la grasa que traes contigo. Esa de tu estómago, quizás.

-¿Para qué necesitas un punzón?

-Um... Una escultura.

Louis, como dice la etiqueta de su traje, asiente, y revisa entre todos los colgantes para dejar tres punzones en frente de mí rostro: uno plano, uno con punta, y uno que tiene aspecto de lápiz.

-Si es la primera vez que harás una escultura, entonces tienes que llevar uno básico, estos de paleta plana son ideales con la madera, y cortan bastante bien la piedra. Ahora, puedes complementar con uno de punta para los cortes precisos, y con éste de forma puntiaguda le das los detalles.

Asiento, y él se ofrece para llevarlos mientras avanzamos hasta la caja para poder pagarlos, y entabla una conversación.

-¿Con qué harás la escultura?

-Yo no la haré. -Murmuro. -El... Chico que vive conmigo es escultor.

-¿Chico que vive contigo? -Él ríe -Vamos, si es tu novio tienes que decirlo, porque iba a coquetear contigo.

Tal vez le gusta el tocino, cerda.

-No, no es mi novio. Sólo vive conmigo.

-¿Cómo una especie de departamento compartido? -Murmura confundido -¿No son amigos ni nada?

Niego.

-¡Vaya, qué suerte él! Vive con una princesa.

Mis mejillas se sonrojan, y las voces gritan mientras él suelta una ligera risa entre dientes, sus ojos brillantes no se alejan de mí y eso es incómodo, por lo que protejo mi grasa entre los brazos, para que no escape y se espante.

-Son siete libras. -Dice con una sonrisa y la cabeza en alto, y asiento para buscar entre los bolsillos de mi mochila un billete de diez.

Él me da el cambio con una sonrisa, y envuelve los punzones en una bolsa plástica antes de entregarla. La tomó y la dejó caer entre mis cosas para cerrar la mochila.

-Espero que nos veamos pronto. -Louis sonríe desde el otro lado de la caja registradora.

-Claro. -Murmuro, y comienzo a caminar.

-Hey, princesa. -Louis llama, y me volteo confundida por su apodo. -Todos tenemos días tristes, no llores por eso, mañana es un día nuevo.

Le devuelvo la sonrisa de forma forzada, y me doy la vuelta con los labios tiritando mientras más voces comienzan a gritar.

Él notó tus lágrimas porque querías llamar la atención, ya lo haces con toda esa grasa, no montes tantos shows.

Mis lágrimas caen entre la lluvia, y la voz de Louis sigue en mi cabeza mientras comienzo a avanzar.

Mañana es otro día, mañana es otro día.

La lluvia cae con mayor fuera entre las calles oscuras, y tomo el último autobús que me deja a cinco calles del departamento de Liam. Cuando estoy adentro, me abrazo las rodillas, y me permito llorar.

Mañana despertaré con la voces de nuevo.

Me ahogó entre mi llanto silencioso, entre los gritos que no puedo soltar, y entre las palabras que no puedo decir. Las voces me extorsionan, y yo me quiebro entre sus palabras.

Bajo del autobús con el rostro enrojecido, pero sin lágrimas, y emprendo el recorrido a la que temporalmente ha sido mi casa.

Eres una tonta, Liam necesitaba los punzones antes de esta tarde. Imbésil y estúpida aparte de gorda y obesa.

Suspiro, y toco la puerta de forma cansada, porque sé que Liam siempre le deja llave cuando comienza a oscurecer.

Los pasos rápidos, y los cerrojos moviéndose con descontrol llaman mi atención, y apenas se abre la puerta siento algo caliente contra mi rostro.

El tejido negro y la respiración agitada me hacen levantar la vista, y únicamente logró divisar el lunar en el cuello. Es la primera vez que Liam me abraza, supongo.

-Oh, Dios. Skylar, estaba asustado. Sólo te fuiste y no llegabas a casa, estaba a punto de llamar a tu hermana para saber si estabas por allá.

-No sabía que punzón traer. -Murmuro a cambio.

-Podías llamarme. -Él insiste y yo niego.

-Tengo el teléfono en mi casillero.

Liam rueda los ojos, y se hace a un lado, mientras mis huesos protestan la falta de calor, y yo la falta de una vida sana.

Me adentro y cierro la puerta antes de comenzar a sacar mis zapatos. Sólo término de sacarlos cuando ya hay algo demasiado caliente a mí alrededor, y es cuando noto a Liam tirando de mí en una toalla caliente.

Suspiro ante el calor sobre mis fríos huesos, y me dejo apoyar por un momento en el brazo trabajado. Mis ojos comienzan a cerrarse, pero la mano sobre mi cabello me hace sobresaltar. Podría aplastar a Liam de esta forma.

-Gracias. -Murmuro, y quito la toalla para sacar de mi mochila la bolsa con los tres paquetes.

-¿Fuiste al otro lado de la ciudad? -Liam pregunta confundido y asiento.

-No habían punzones en las otras.

-¿Por qué sólo no fuiste a una de esas casas comerciales?

-Porque mencionaste punzón y ferretería, y yo no sabía qué carajos eran ambos.

Liam ríe, mientras yo avanzó caminos las escaleras, con las rodillas gritando y dejando un gran rastro de agua a medida que voy pasando.

Me detengo frente al baño, y entro, comenzando a sacar la ropa de mi cuerpo, es cuando entonces no quiero mirar, pero el espejo ocupa todo el lugar.

Eres un saco de grasa y más grasa, que no hace otra cosa más que dar asco y estorbar.

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Maratón → 3/3

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⏰ Última actualización: Dec 07, 2015 ⏰

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Ana || Liam Payne ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora