O de Orden

968 159 18
                                    

Siempre había sido un desastre. Incluso desde pequeño.

No es que lo hiciera a propósito -bueno, aveces si ¿pero qué más da?- era más bien, como un talento natural. Incluso, estoy seguro de que si me pagaran por ser tan desordenado, en este momento ni siquiera debería estar aquí, sentado como un parguela, escuchando lo que el aburrido profesor de contabilidad nos explicaba.

Tampoco es que odiara mi vida, no del todo.

Odiaba a mi compañero de habitación. O bueno, intentaba odiarlo. En todo caso ¿Por qué las universidades tenían habitaciones compartidas? O mejor aún ¿Porque no existían currículums de los alumnos? Al menos así podrías encontrar alguien con él que sean compatibles, y no dos malditos polos opuestos como Samuel y yo.

Y solo tenías que entrar a nuestro cuarto para comprobarlo con tus propios ojos.

En su mitad de la habitación todo estaba pulcramente limpio, sin una mota de polvo, tan ... simétrico, tan ... ordenado.

Y en mi mitad... bueno, salir de fiestas todas las noches y no saber lavar una jodida camiseta, podría daros una idea de mi estilo de vida.

Samuel me odiaba, eso estaba seguro. Sabía cuanto le molestaba que trajera a mis parejas de una noche a la habitación, dejándolo fuera hasta altas horas de la madrugada, también sabía que odiaba verme llegar casi al amanecer, tan ebrio que apenas y podía caminar. En fin, odiaba mi estilo de vida, me odiaba a mi. Y de alguna extraña forma, me gustaba hacerlo rabiar. Sentía aquella necesidad de molestarlo tanto como lo hacen los niños en preescolar a las niñas que les gustan.

No es como si Samuel me gustara, pero aquí, entre ustedes y yo, era tan jodidamente caliente como el infierno y para su mala suerte, no solo me iban las tías.

[...]

Me sentía mareado, pero no lo suficiente como para arrastrarme por las paredes. Se podría decir que había tomado poco esta vez.

Introduje mi llave en la cerradura del cuarto, y una vez adentro me deshice de todas mis ropas. Odiaba dormir vestido, pero teniendo un poco -mísero- de respeto hacia mi compañero, solía dejarme los boxers o incluso un pantalón suelto de pijama.

Hablando de mi compañero, parecía estar completamente dormido, pues ni se había movido en su cama desde que había llegado. Bien, no tenía ganas de escuchar sus regaños.

Camino hacia mi cama -y dejando toda mi ropa en el suelo, ya la levantaría...otro siglo- le eché una mirada al reloj a un lado de mi ropero. Las 3 AM. Pff había llegado más tarde en otras ocasiones.

Me acuesto boca abajo sobre las suaves mantas, el silencio, la oscuridad y el alcohol relajando mi mente. Me encontraba en ese momento, justo antes de dormirse, cuando sientes su cuerpo tan liviano como un algodón, ese momento justo en el que tu mente comienza a apagarse.

Hasta que siento un peso extra sobre mi cadera, o más específicamente, sobre mi trasero.

Abrí mis ojos de golpe e intenté voltear me sobre mi mismo, para poder golpear al idiota a mis espaldas, pero este me sostuvo por los hombros presionando me sobre el colchón.

Siento su respiración sobre mi nuca y cuello, sus manos haciendo un camino caliente sobre mis hombros y brazos. El aroma de mi secuestrador llega a mi y lo reconozco rápidamente.

"Quita. De. Encima. Samuel" gruño entre dientes, marcando cada palabra con molestia. Chaval que ahora lo único que deseo hacer es entrar en ivernación.

"¿Qué horas son estas de llegar, chiqui?" habla despacio y con voz ronca sobre mi oído, ignorando mi advertencia anterior.

"Las mismas de siempre, ahora deja de jugar, que quiero dormir idiota"

Intenté apartarlo de mi, pero él solo se pegó aún más a mi cuerpo, haciéndome notar que teníamos un grave problema ... ahí abajo.

Sentí mis mejillas sonrojarse y oculté mi rostro entre los miles de almohadones que tenía.

"Samuel, basta ya"

"No, basta tu" gruñó, su nariz haciendo suaves cosquillas sobre mi espalda desnuda "Me traes loco Guillermo, tu y todo tu maldito desorden" sentí como comenzaba a dejar pequeños rastros de besos por mi nuca, haciéndome dar un respigo.

"Y-yo" tartamudee presionando aún más mi rostro sobre mi almohada. ¿Hacía más calor o solo me parecía a mi? Pienso nervioso.

"¿Pero sabes qué? Eso se terminó, porque desde hoy, me he propuesto algo ¿y sabes que es pequeño?"

Niego repetidamente con la cabeza, incapaz de verlo, pero disfrutando de las reacciones que tiene mi cuerpo ante sus guarros movimientos pélvicos y sus besos húmedos sobre mi caliente piel.

"Le voy a poner orden a tu vida, Guillermo" sentencia mientras me toma de la barbilla, obligándome a girar la cabeza levemente hacia atrás.

Y me besa, fuerte, caliente y húmedo. Recorre cada milímetro de mi boca con su traviesa lengua, haciéndome jadear de placer, de dolor. Un beso apasionado que me hace tocar el cielo con la punta de los dedos.

Bueno ... tal vez no sea tan malo ponerle un poco de orden a mi vida ¿o si?

---

Maratón 5 / 7 :)

Dendri XOXO

Con las letras del abecedario |Wigetta|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora