Todo el amor
Las bocinas de los autos resaltaban las calles dando aviso a un nuevo inconveniente en los semáforos. Varios conductores expresaban sus molestias saliendo de sus autos o quejándose sacando sus cabezas para decir uno que otro insulto. La finas gotas de lluvia no ayudaban mucho, el aire fresco cada vez se hacia más pesado dando a entender que se acercaba de esas tormentas que te prohibían salir del hogar.
Él dio grandes zancadas cubriéndose con el periódico como un paraguas, que recién había comprado en el kiosco de la vuelta de su casa. Entró a la tienda de peluches y flores para después sacarse su abrigo y sacudir la cabeza salpicando a su alrededor.
--No ensucies mi negocio hombre y apresúrate-- dijo Pauline de brazos cruzados detrás del mostrador.
--Oh vamos, no es tanto, solo son un par de gotas-- se tomó el cabello para hacerse una coleta y después enrollarse dejándose un "pompón de conejo" como diría su amiga.
--Como sea, ve-- rodó los ojos y caminó hasta llegar al depósito del local.
Comenzó a acomodar caja por caja encimando una de la otra para abrirlas y sacar la nueva mercancía que había llegado en la mañana. Subió por costumbre más su jean negro cuando se tuvo que agachar para tomar un ramo de flores que había caído al suelo. Lo observó durante unos segundos con el semblante serio y de a poco fue sonriendo.
Vagos recuerdos cruzaron en su mente cuando asimiló esas hermosas flores rojas como unas de las que su abuela plantaba y a él le encantaba ayudarle. Las veces que entraba corriendo dentro de su casa para avisarle que una de sus flores estaba empezando a crecer con éxito y ésta le sonreía a más no poder. O cuando más de una vez escalaba los enormes árboles hasta caer sobre su trasero, espalda o estómago y ella lo curaba con una buena tarta de bananas.
Extrañaba con el alma a su nana.
Pero el peor recuerdo fueron esos preciosos ojos azules que adoraba con todo su ser y siempre lo perseguían en sus sueños. Hizo una mueca de dolor cuando unas arruguitas a los costados de esos ojos aparecieron también junto a otros pero rápidamente los desechó a todos. Apretó los ojos con fuerza y bufó inflando demasiado sus mejillas tratando de olvidar como sea esos recuerdos que no hacían más que torturarlo. Dejó el enorme ramo de flores en la mesa de madera marrón a su lado y siguió con su trabajo.
Su móvil sonó y lo sacó de sus bolsillos delantero de su camisa negra atendiendo sin ver quien era tomando dos pequeños peluches con la mano sosteniendo su celular entre su mejilla y el hombro.
--¿Diga?--
--Harry amigo ¿Cómo estás?-- la voz de John sonó del otro lado y éste sonrió por impulso.
--Hey John. Estoy trabajando--
--No respondiste mi pregunta rizos--
--Estoy bien tonto, sólo estoy... concentrado-- abrió otra caja empezando a sacar nuevos peluches de tigres como los anteriores.
--Bien, bueno sólo te llamaba porque quería saber si hoy estás disponible--
--¿Para qué?--
--Para ir a la iglesia. ¿Para qué mas va hacer?-- Harry rió negando con la cabeza para tomarse un tiempo y sentarse en la silla apoyando toda su espalda en el respaldo.
--Creí que nunca más me llamarían--
--Bueno hablé con el dueño y te dará una oportunidad ¿Qué dices?--