Septiembre

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Llegó la feria, estuve a punto de ir a la de allí, aunque me perdiese parte de la mía porque eran más o menos los mismos días; tenía a mis padres convencidos y me iría con una amiga y sus padres; él me decía que fuese y así podríamos vernos y hablar al menos.

Al final no pude ir, a mis padres les dio un venazo y unos días antes me dijeron que no me dejaban ir. Se lo dije, creo que se molestó, porque a raíz de eso ya no me hablaba igual. Era un poco borde y siempre le tenía que hablar yo. Al tiempo se le pasó, me hablaba normal; casi siempre le hablaba yo, pero al menos me contestaba bien.

Empezó el curso y hablábamos menos, era normal, este año era mucho más fuerte que el anterior y al cambiar la ley, era como si nos subiesen un curso más, y era más difícil, entonces no teníamos apenas tiempo de hablar.

Los fines de semana nos los pasábamos hablando por teléfono, al menos esa costumbre seguía, y no le afectaba el paso del curso. Como siempre se me acababan los minutos hablando con él, me dio el teléfono fijo de su oficina y desde mi fijo podíamos hablar. Nos pasábamos horas y horas hablando. Le encantaba picarme diciéndome que era fea o que él era más listo que yo, o cosas así.

Tuvimos una discusión y estuvimos sin hablar hasta finales de septiembre. Me habló él. Es algo que me molesta mucho; discutimos y no nos hablamos en un tiempo, y cuando se acuerda de mi me habla diciéndome alguna frase de una canción o algo que sabe que me hará reír. No dice ni hola, simplemente escribe una frase, y piensa que ya está todo solucionado.

Si soy sincera, cuando me hacía eso, mi mente cambiaba por completo. De decir que no le volvería a hablar y que si me hablaba no le contestaría o le hablaría borde como él me hacía a mi a veces; de repente, al ver un mensaje suyo, mi corazón se volvía loco, y así era imposible enfadarse con él o dejarle en visto.

A pesar de todo eso, yo, sinceramente, soy muy tonta. La gente me puede hablar mal o no contestarme, pero si lo hago yo, me siento mal y me veo en la obligación de contestarle, y más si, aunque me cueste reconocerlo, es alguien que quiero. Me cuesta mucho tener orgullo, siempre acabo pidiendo perdón, o hablándole a esa persona. Por una parte es bueno, pues me evito discusiones en algunos casos, pero en este caso, es la mayor mierda que te puedas imaginar.

Puedes querer mucho a una persona, pero si esa persona te hace daño, dime, de qué te sirve. Sólo te haces daño a ti misma, porque eres tú quien elige vivir a su costa.

Seguimos hablando durante Octubre, él estaba más cortante que la vez anterior, pero conociéndole y sabiendo lo bipolar que es, me bastaba con que al menos me hablase.



Mientras el mundo se derrumba, nosotros nos enamoramos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora