00•Prólogo.

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  Desde que tengo memoria he vivido la mayor parte de mi infancia en un orfanato llamado Sonrisas. Según la Madre Superiora o mejor dicho Cora (ya que le gustaba que le digamos sólo por su nombre), estoy aquí porque mis padres querían algo mejor para mí. Sinceramente me gustaría que Cora fuese mi nueva madre, una vez al decírselo ella me dijo que no podía y se fue llorando. En ese tiempo no había comprendido el porqué de su llanto desdichado, pero decidí no preguntar para no empeorar las cosas.

   A mis cinco años fui adoptada por la familia Wexler. Annabella, mi nueva madre, era muy amable y cariñosa. Me gustaba su cabello color caramelo y sus ojos dorados, además de que su sonrisa era igual de cálida que sus abrazos. Luego estaba mi nuevo papá: Geither, con su cabello castaño y ojos cafés. Me gustaba cuando me alzaba y me llevaba en sus brazos. Me transmitía una sensación de tranquilidad que deseaba nunca terminara. Me sentí feliz con ellos. Finalmente tenía una mamá y un papá, pero a mis nueve años y medio mi papá se fue y nunca volvió, lo cuál me pareció curioso. ¿Todos los papás se iban? ¿Todos los padres abandonaban a sus hijas?

    Mamá simplemente se disponía a llorar por las noches...

  Siempre me decía que todo estaría bien, que papá regresaría... pero eso no sucedió. Cuando tenía once años mi mamá falleció. La habían atropellado. Según oí en el funeral, ella iba corriendo y no atendió su camino. Tan sencillo y simple como eso, en un parpadeo estás y al otro ya no. Hasta hoy en día me pregunto que la habrá hecho correr tan de prisa como para distraerse hasta el punto de no prestar atención a su camino. 

    Ese día sentí que había llorado todo lo que no había llorado en mis anteriores años como huérfana. No sabía que alguien podía derramar tantas lágrimas, era peor que hacerte un raspón en la rodilla o caerte de la bicicleta. Mi tristeza se agrandó cuando la asistente social me llevó de nuevo al orfanato, ignorando mis súplicas de que no lo hiciera. Pero al llegar me sorprendí al encontrarme con un joven de ojos verdes y rizos marrones. 

    Era Harry... 

    Lo conocía a Harry. Él, Julianne y Susan venían a casa muy a menudo. Eran amigos de mi madre y mi favorito de todos siempre había sido Harry. Me caía muy bien. Siempre había sido dulce y amable conmigo. Todo sonrisas y cosquillas. Además, siempre había estado allí: navidad, año nuevo, mi cumpleaños, el cumpleaños de mi mamá... siempre estaba ahí.

   Cuando lo vi me puse tan feliz que podía haber chillado. Harry sería mi nuevo tutor, no mi padre, tutor. Mi madre fue tan atenta conmigo que lo dejo a él para que en circunstanciaras como éstas cuidara de mí. Siempre había considerado a Harry como familia. Él era cálido igual que mamá. Pero mi alegría se esfumó cuando me informó que debíamos viajar a Inglaterra. Harry, según mi mamá, era un hombre de negocios. Él me contó que allí tenía su empresa y necesitaba regresar. Yo no quería irme. Quería estar aquí, en mi casa. No quería dejar a mamá, ¿cómo la visitaríamos al cementerio estando tan lejos? Solo había pasado una semana desde su muerte. No estaba preparada para tantos cambios, pero Harry era como un mago. Logró que aceptara viajar con él. 

    Lo que nos lleva a la actualidad. Ahora estaba frente a su gran casa. Triste y perdida. Todo quedó en Alabama, mi antiguo hogar. 

    Aquí no conocía a nadie más que Harry...









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