Una Vida NO-rmal

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En mi sueño, estoy corriendo, huyendo. Y aunque al inicio nadie me persigue, lo sigo haciendo, como si mi vida dependiera de ello.

Me apresuro, jadeando del cansancio, hacia dos personas que no reconozco, y que aún así me resultan extremadamente familiares. 

A medida que me acerco a ellos, logro percibir con cada vez más fuerza una especie de vibración que emana en una especie de ráfaga constante, y a momentos, desigual, de sus cuerpos. Se siente de la misma forma que se ven las ondas del calor en el verano sobre una carretera caliente en un día de verano.

La nieve me llega hasta las pantorrillas, y a cada paso que doy parece hacerse cada vez más espesa. Todo mi cuerpo tiembla, pero no me detengo. Sigo, incesante y obstinadamente, sorteando cada piedra y obstáculo del blanco y congelado camino, invisible a mis ojos, pero totalmente claro para la pareja frente a mí, que se pasan entre ellos cada cierto tiempo una especie de bulto con forma irregular, envuelto en una manta, el cual se mueve ligeramente de cuando en cuando.

Es un bebé. ¡Un bebé recién nacido!

De pronto se empieza a escuchar un alboroto, que con el pasar de los segundos se acerca, paso a paso; el griterío viene de detrás de nosotros, y suenan... Enfadados. Y no, no suenan para nada como voces humanas. Ahora comprendo, no estamos corriendo...

Estamos huyendo.

Pero, ¿De qué?

Una de las figuras que va delante de mi comienza a murmurar, con una voz profunda y rica en armonías, palabras que para mí no tienen ningún sentido, mientras esas ondas caloríficas que sentí al principio emanando de su cuerpo empiezan a tener cada vez más presencia, intensificándose con cada paso dado; mis piernas quieren dejar de responderme, pero de alguna manera estas ondas me daban la fuerza para seguir caminando, deshaciéndose poco a poco del frío que me embargaba. Aun con esto, la nieve ya me llega a las rodillas. Me estaba desviando del camino.

No, no podía desviarme del camino, no podía fallarles... No les voy a fallar, no puedo hacerlo... 

Pero tampoco puedo correr más.

Intento gritar, ponerles en alerta, pero en vez de palabras, una especie murmullo extraño empieza a salir de mi boca, como una canción, monótona y aletargada. Sin ningún sentido inmediato, pero a la vez cargado de significado, y con con una calidad de sonido muy rica en armonías naturales, y a la misma vez, melódica. Ondas parecidas a las de de calor que despide la figura murmurante en frente de mi ahora emanan de mi propio cuerpo, y a mi alrededor, el hielo se empieza a derretir, de forma casi amable, como invitándome a pasar.

Miro a mi alrededor, pero las sombras de los árboles, a la luz de una luna llena y resplandeciente me devuelven la mirada, acariciando mi rostro y mi túnica de lino color armiño, mientras las dejo atrás.

Es una noche perfecta, hermosa, casi mágica. ¿Por qué estábamos huyendo?

Un espantoso sonido me hiela los huesos, y al volver la vista, mis ojos, ya adaptados a la escasa luz nocturna logran atisbar un grupo de sombras, mucho más negras y oscuras que las de los pinos cubiertos de nieve.

Otra vez ese sonido. ¿Qué era? Ahora parecía un siseo, y a la vez, salir directamente de la faringe, como el sonido de dos depredadores peleando por su presa, amenazante. Las sombras se acercaban, y un par de puntos de color rubí escarlata, iluminados de forma tenue, ya me devolvían la mirada desde el centro de aquel tumulto espeluznante.

El instinto del miedo hace acto de presencia, y mi corazón empieza a latir con mucha más fuerza. Parece quererse salir por mi boca, mis sienes palpitan al mismo son de mi corazón. Me falta el aire, siento que voy a desfallecer. Me vuelvo, debo escapar, tengo que salir. 

La Elección: Lucien es "Diferente" - @VermudezgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora