411

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Estaba de pie en un pasillo totalmente desierto, con un estrecho parecido a un hotel antiguo y en desuso. Las paredes y el tapiz estaban totalmente gastados, y en algunos lugares la pintura se caía a pedazos.

-Ven... A mí...- se escuchó misteriosa la voz, proveniente de ninguna parte, que me llamaba en un suave susurro.

Caminé hacia delante con cautela, pisando firme en cada paso que daba, puesto que el suelo de madera se veía tan viejo, que parecía poder resquebrajarse en cualquier momento. La luz al final del estrecho pasillo tenía una especie de brillo especial, era un poco más fuerte.

Mientras caminaba directo hacia allí, me percaté de la puerta con cerrojo en forma de león, en el que descansaban dos pequeños rubíes rojos a forma de ojos. La puerta tenía varias incrustaciones de metales preciosos, y diseños que denotaban tristeza y melancolía, y justo en la mirilla reposaba el número 411, y debajo, en letras pequeñas y una caligrafía estilizada y limpia, rezaba Hotel Desideria. Con suavidad, puse mi mano sobre el picaporte, y sin siquiera empujar, la puerta se abrió a mí como si se le hubiese pedido el favor con cariño y amabilidad.

Di unos tres pasos y entré a lo que parecía ser una de las pequeñas habitaciones del hotel, totalmente limpia y vacía, y sin rastro de algún mueble, o de vida, a excepción del pequeño paquete envuelto en papel blanco, situado en el medio de la habitación.

-Cógelo. -escuché detrás de mí la misma voz que me había hablado desde el principio.

Voltee rápidamente a ver quién me había dicho esto, y para mi sorpresa, me recibió la cara serena y tranquila de un anciano hombre, vestido con una especie de bata blanca y apoyada en un nudoso bastón. En su cara, destacaban unos grandes ojos verde esmeralda, muy parecidos a los de mi abuelo, pero con una total falta de vida y grandes ojeras bajo ellos. Parecía rondar los noventa años, y las patas de gallo surcaban desde las comisuras de sus ojos hasta sus sienes.

Miré el paquete en el suelo, le miré a él, me quedé estático por un segundo...

-¡Cógelo! -repitió con su profunda voz, esta vez un poco más alto- Hazlo, antes que sea demasiado tarde.

Le di una última mirada a sus grandes ojos, que de alguna manera se me hacían conocidos. Sin quitarle la vista de encima, puse una rodilla en el suelo y tomé el paquete del tamaño aproximado de un puño en mis manos. Luego, le miré interrogante.

-¿Qué contiene? -pregunté recuperando mi voz-

-La respuesta -contestó simplemente el anciano- La respuesta a los deseos de tu corazón.

Miré de nuevo el paquetito, y noté cómo un leve resplandor naranja y cálido lo envolvía completamente, con mis manos de por medio. Estuve a punto de soltarlo al sentir el súbito cambio de temperatura, pero me contuve al escuchar al anciano que volvía a hablar.

-El destino... El imperio, no solo están en tus manos.

-A ... ¿A qué se refiere con...

-La piedra... No solo puede atrapar almas de criaturas mágicas. Puede apresar la esencia de toda criatura viviente, y convertir su realidad en su propio infierno. ¿Entiendes lo que digo?

-No solo capta almas mágicas...

Pensé un momento en lo que me intentaba decir.

-Oh no. No, no. -dije súbitamente cuando caí en cuenta de lo que el anciano trataba de decirme.

-Es la única manera que tenemos -respondió el anciano a la oposición que no me había dado tiempo a formular.

-Pero... ¡No solo hay gente mala allí! Si la piedra puede capturar la esencia, el alma de cualquier criatura, mágica o no, ¡No solo puede haber criaturas malas allí dentro! Y la esencia de Abbadon...

La Elección: Lucien es "Diferente" - @VermudezgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora