Donde Hallé a la Hija de la Luna

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El resplandor de la Luna pegaba en mi cara, en un desierto paraje donde no parecía haber nada ni nadie, solo yo, y vegetación y maleza por doquier, parecía un claro de bosque, hermoso y lleno de flores, pero no me sentía bien. Me sentía solo. Por primera vez en mi vida tenía ese sentimiento extraño y tan fuerte que hunde mi pecho y me hace sentir vacío.

Hasta que escuché su voz, indescriptible y agradable al oído, potente y hermosa. Única.

-Saludos, pequeño Garde, soy Arllenne, la diosa de la luz en la oscuridad y el billón de brillantes estrellas en el firmamento.

¡Una diosa!, debí imaginarlo. No estoy ni soñando ni despierto. Estoy... Estoy... ¡Creo que estoy en un trance espiritual!.

Sabiendo que a las deidades se les respeta, hago una pequeña reverencia con mi cabeza, y ya que estoy pasmado y no tengo nada que decir, solo digo:

-Muchas gracias por salvarme, le estoy muy agradecido, y aunque no creo que realmente pueda compensarle lo que ha hecho por mi, puedo preguntar... ¿Hay alguna manera de intentar compensarle su dedicación?

-Yo no he hecho nada -dijo ella - Solo enseñé a tus familiares y amigos tu ubicación para que viniesen a ayudarte, tu solo has hecho todo.

No sabía que decir. Pero si estaba bien, ¿Por que estaba aquí y no despierto en el mundo real?

De repente, una luz cegadora, muy potente, empezó a dibujarse a mi alrededor, y el viento a soplar, y las hojas a arremolinarse. Era tan fuerte, que tuve que tapar mis ojos.

Cuando los abrí, una hermosa muchacha a la que calculaba no más de 15 años, estaba de pie, no, levitando frente a mi, envuelta en esa luz azulada que caracterizaba a cualquier objeto o ser viviente lleno de magia. Sus claros cabellos totalmente blancos y largos, parecían azotados en todo momento por el viento, sus claros, casi blancos ojos, se veían relucientes, la forma de su mentón era perfecta y su piel, blanca como el papel, y tan suave a la vista que incitaban a acariciarla, sus pestañas, grandes y levantadas sobre sus grandes ojos, una sonrisa reconfortante y labios perfectos. Todo en ella irradiaba luz, seguridad y ternura, al igual que poder y autoridad. Llevaba un vestido grande y agraciado, como de matrimonio, pero mas sencillo, de color beige que parecía blanco, y calzaba unas zapatillas blancas con perlas incrustadas en la parte de arriba, un cinturón de oro blanco y diamantes, cuya hebilla parecía hecha de piedras preciosas, y una pequeña tiara en su cabeza, totalmente blanca y al parecer hecha de perlas y oro blanco. El lugar se llenó de luz con su presencia.

-No estas en el lugar de tu nacimiento -dijo adivinando lo que pensaba-, estas en un trance espiritual. Porque quiero recordarte tus deberes. Debes prepararte muy bien para luchar contra las oscuras amenazas demoníacas. Mi madre, la diosa Selene, diosa original de la noche del firmamento y la luna, ha desaparecido misteriosamente, conmoviendo las alturas y los cielos y cumpliéndose el hecho que se predijo, que con la desaparición de la diosa de la Luna, nacería el elegido, la mejor arma contra las tropas demoníacas. Pero no fue nada como lo tenía previsto, y terminé siendo yo, inexperimentada y a mi edad, la reina de los cielos. Estaba predicho, elegido, que naceríamos el mismo día con un mismo propósito, liberar este mundo de una vez por todas y liberar a la gran Selene de las garras de la oscuridad.

-Pero señora...

-Llámame Arllenne, por favor, trátame desde ahora como a una igual, se que soy una diosa y será difícil, pero me siento un poco extraña con todo el mundo llamándome señora cuando lo que tengo son apenas 14 años de vida.

Claro, para una diosa, y hasta para tiempo humano, acababa de nacer. Lo extraño es que ríe y me mira de una forma extraña, como si me conociese desde siempre o fuese una amiga de toda la vida. Me hace sentir cómodo, pero a la vez extraño, y un poco avergonzado.

La Elección: Lucien es "Diferente" - @VermudezgDonde viven las historias. Descúbrelo ahora