I. THE BEGINNING

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CHAPTER ONE | THE BEGINNING

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CHAPTER ONE | THE BEGINNING


CARCASSONNE, REINO FRANCO. 20 DE MAYO DE 1002.

ISABELLE CORRÍA TAN RÁPIDO como le era posible sujetando la falda de su vestido con tanta fuerza que sus uñas atravesaban la gruesa tela clavándose en las palmas de sus manos, mientras era perseguida por sus guardias y sus damas bajo la llamada de las campanas de la iglesia de la ciudadela que anunciaba la llegada del último Capétien.

Con el corazón latiendo frenéticamente miró por unos instantes desde el balcón del patio interior como los caballeros, que no portaban en el estandarte de la casa, entraban al puente para cruzar la entrada a la ciudadela fortificada y la plaza hasta llegar a las puertas del majestuoso castillo. La princesa no se detuvo en ningún momento para recobrar el aliento ni cuando su sobrina se apareció en su camino con preguntas acerca de porqué sonaban las campanas. Cuando bajaba las últimas escaleras sus soldados se aparecieron velozmente para abrir la gran y pesada puerta que daba al exterior desde la cual era capaz de escuchar los cascos de los caballos que se venían acercando.

La mujer de cabellos negros y lacios se detuvo patosamente en las escalinatas, y de no haber sido por uno de los hombres de su guardia agarrarla por detrás seguramente se hubiera tropezado en frente de todos los allí presentes que comenzaban a reunirse. Ellos sabían también de quién se trataba. De porqué sonaban las campanas.

Sin tiempo para agradecer esperó impacientemente lo que pareció una eternidad hasta que un soldado en su armadura opaca y llena de ralladuras guió a su pequeño ejército hasta los pies de su nueva regente. Con cuidado bajó de su caballo portando en sus brazos una pequeña criatura envuelta en una capa azul que entregó a la mujer, que inmediatamente la protegió con su cuerpo mientras buscaba la pequeña cara del bebé y al verla sonrió como una madre que veía por primera vez a su retoño. La observo con más detenimiento, acariciándola con suavidad. A la princesa no le hizo falta averiguar de cual de los gemelos se trataba, hacía tan solo una semana su hermano había llegado en medio de la noche protegido por el otro ejército, pero su pueblo no conocía esa información; ni tampoco que los últimos vástagos del rey Robert estaban conformados por un niño y una niña.

-Alteza, creo que es mejor entrar antes de que la criatura pueda enfermarse - sugirió una de sus damas.

La mujer asintió con una sonrisa en su cara ante lo que sus brazos contenían girando sobre sus pies sin apartar su mirada de la nueva criatura.

Subió la pequeña escalinata rodeada por su guardia real que la ocultaba a los ojos de su pueblo aunque no a los de su sobrina, que la observaba desde la ventana de una de las habitaciones que daban a la pequeña plaza. La princesa Marguerite era desde hacía un año la hermana mayor tras la renpentina y extraña muerte del primogénito de su padre, y hasta ahora la única princesa del reino. Era considerada la más inteligente entro todos sus hermanos pero también la más despiadada, cuando se trataba de odiar, ello parecía haberlo heredado en parte de su madre al igual que su belleza; aunque el carisma que la joven poseía con tan poca edad nadie podía negar que le venía de su padre.

Darkness   ☾  The OriginalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora