IV. BROTHER AND SISTER AFTER ALL

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CHAPTER FOUR | BROTHER AND SISTER AFTER ALL

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CHAPTER FOUR | BROTHER AND SISTER AFTER ALL


HOMBRE Y MUJERES, nobles y la realeza se arrodillaron ante el último canto del coro después de que la reina lo hiciera primero que a diferencia de los demás fingía rezar. Las hermanas se situaban detrás suyo con la cabeza agachada, ojos cerrados y manos juntadas frente a sus labios mientras murmuraban las oraciones en latín, a pesar de que ninguna de las siete-contando a Adel- creían en la religión impuesta por la iglesia, ya que no reconocían a nadie más que sus dioses que en verdad los protegía y los ayudaba.

Aprovechando que nadie la estaría mirando buscó con sus claros y grandes ojos a la única excepción en aquella iglesia, que hacía que su corazón latiera desvocadamente y que le cortaba el oxígeno que ella poco echaba en falta. En el momento que las miradas verdosas y azuladas que se entrecruzaron en la distancia, la joven de cabellos dorados extrañó aquel toque en su hombro que solía llamar su atención para regañarle a pesar de que Adel era una reina, haciendo que ese instante se sintiese triste y doloroso al recordar que su tía Isabelle se encontraba gravemente enferma siendo más posible que abandonase ese mundo más rápido de lo que la gente esperaba. Sébastien esperó pacientemente a que su amada se reencontrase con él pero tampoco dudó en deleitarse por pocos instantes de la mirada de otra joven que no se encontraba demasiado lejos de donde rezaba. Sonriéndole con esa sonrisa que quitaba el aliento a cualquier mujer se despidió de ella para contemplar a la que se alzaba en lo alto rodeada por sus damas.

La reina en busca de consuelo encontró su camino hacia su amante que esperaba que no fuese un secreto por más tiempo, y él, como ella esperaba, la tranquilizaba con ese cambio de expresión serena y esa mirada dulce.

Adélaïde le sonrió deliberadamente sabiendo que tras la misa se reencontrarían, pero ésta vez uno frente al otro siendo capaces de poder tocarse sin miedo a lo que las lenguas pudieran decir o arruinar su reputación. Cuando el canto terminó las oraciones también lo hicieron aguantando todos los presentes unos segundos en silencio en los que ella captó unos ojos femeninos mirando con deseo al conde, sin saber muy que pensar prefirió dejarlo y levantarse al mismo tiempo que el sacerdote lo hacía despidiéndose de su congregación.

De manera civilizada los nobles salieron entretanto la reina los seguía con la mirada esperando a que Emma trajera las bolsas con las monedas de oro para repartir aquel día. En ningún momento retiró su vista sobre la joven pelirroja que caminaba del brazo de un hombre más viejo que ella acompañados justo detrás por otros dos jóvenes. La monarca no quería pensar en lo peor ni tampoco quería actuar como una persona hirviendo de los celos, cuando en realidad una mirada no incriminaba a nadie. No rechazaba que muchas mujeres se lo quedasen observando cuando lo veían pasar, al fin y al cabo, Sébastien era un hombre bastante atractivo que poseía las cualidades que cualquier futura consorte buscaba en un marido, no obstante, ninguna tenía oportunidad alguna con el conde; se había retirado hacia unos años de la vida de mujeriego que había llevado una vez los dos habían formalizado en secreto lo de ellos.

Darkness   ☾  The OriginalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora