III. MY GREATEST JOY

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CHAPTER THREE | MY GREATEST JOY

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CHAPTER THREE | MY GREATEST JOY

ADÉLAÏDE OBSERVABA a las brujas moverse de un lado a otro, ofreciendo consejos o enseñando a los más jóvenes los límites de la magia y su procedencia, haciendo recordar a la reina la época en que era a ella a la cual enseñaban que el poder del aquelarre venía en gran parte de la naturaleza y de los que se encontraban al otro lado del mundo que conocían, aquellos a los cuales calificaban de dioses y que en el pasado habían caminado por donde ella lo hacía ahora. Heloise, desde que ella tenía memoria, siempre le había enseñado que cada bruja poseía una cualidad diferente a las otras, una que hacía equilibrar la balanza del aquelarre. Mientras que unas simplemente sobresalían en la práctica de un hechizo en especial otras nacían para aportar su grano de arena a cambio de entregar el resto de su vida a su gente, que se caracterizan como la familia.

En esa enorme familia que eran, se encontraban conformados por varios aquelarres con grupos de brujas y brujos que dependiendo de la tarea que desempeñaban dentro estaban destinados a cumplir con un cometido o otro.

Los primeros eran conocidos como los ancianos. Brujos poderosos con grandes conocimientos en magia que portaban a sus espaldas siglos y siglos de historia que envolvían al aquelarre, la manada y a los personajes que más habían sobresalido, esos héroes o villanos que habían dejado una marca por donde habían pasado. Los ancianos, formado por hombres y mujeres, eran los que llevaban a cabo ceremonias de unificaciones y rituales, y además, en ciertas ocasiones actuaban como consejeros de los Capétiens en la época en que solo eran nobles; aunque también desempeñaban un cargo igual dentro de la manada de los Lycaon.

Luego estaban las oráculos. Brujas con la capacidad de transmitir el mensaje de los dioses sobre el futuro o el pasado. Son las únicas, además de los ancianos, que tienen una conexión directa con los espíritus, cargo que obtenían por transferencia cuando una de los oráculos abandonaba su puesto en favor de su aprendiz. Éstas, en privado, actuaban como las lectoras del alfa observando el destino que depararía a todos sus descendientes, además de adelantarse a los contratiempos que pudieran afectar a la manada, al aquelarre, y al reino, en este caso.

Y a su lado estaban los brujos que se dividían al mismo tiempo en los aprendices de los ancianos y oráculos, en los brujos que a diferencia de los demás habían nacido con dones proporcionados por la naturaleza, y por último, los demás brujos que conformaban el aquelarre.

Todos ellos, al mismo tiempo, entraban dentro de la estructura de la manada siendo su jefe el alfa que estuviera gobernando en ese momento o uno designado por el primogénito del anterior alfa o por el hijo mayor superviviente, en este caso Adélaïde que había sido designada por su hermano Philippe a gobernar los Lycaon antes de fallecer.

Estaba tan claro como el agua que sí su hermano no hubiera tomado esa decisión seguramente se estaría preparando para sustituir a Heloise como anciana o para convertirse en la nueva oráculo, debido a que ella había nacido con el don de poder ver el futuro por sí sola sin la ayuda de los espíritus. Sin embargo, su habilidad de premonición aún no era tan avanzada como se esperaba que fuera para esas alturas ya que Adel se negaba a aprender a controlar sus poderes, ya que las únicas veces que tuvo alguna premonición sólo le mostraba la muerte de personas cercanas y la suya misma. Suficiente para que se echara hacia atrás.

Darkness   ☾  The OriginalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora