V. BECOMING DARKNESS

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CHAPTER FIVE | BECOMING DARKNESS

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CHAPTER FIVE | BECOMING DARKNESS

ADEL OYÓ A LOS DOS MAYORES chillar mientras corrían por la casa desde el salón donde recibían a los invitados hasta el comedor, logrando esquivar a los sirvientes que se encontraban en la estancia limpiando la cubertería de plata y adornando la mesa. Su tía, con la única hija de su hermano en brazos y al mismo tiempo la menor de los tres-que no lo sería por mucho tiempo más-, corrió detrás de los chicos hacia el patio interior donde jugaban debajo de las columnas que soportaban la cubierta. La reina se reía a carcajadas junto con la pequeña Emma que se aferraba a su largo pelo pronunciando con dificultad los nombres de sus hermanos, los cuales se volvían y llamaban su atención haciendo todo tipo de travesuras inocentes para arrancarle más que risas al bebé de cabellos rubios.

La loba observó como una doncella se acercaba hacia su posición y supo que venía a por su sobrina. Su sonrisa se borró al descubrir que los deberes que la madre de la criatura debía de encargarse lo hacía otra mujer, Berth no era la única en ese mundo que entregaba sus hijos a otras personas para que los cuidasen y criasen, ella misma y sus hermanos habían pasado por lo mismo. Aunque había gente que lo veía de lo más normal, la reina no. Se decía que cuando fuese madre lo haría de manera diferente. Ella lo amamantaría, lo cuidaría en las noches, jugaría con el pequeño del mismo modo que aquellas mujeres que no eran nobles hacían.

De cierto modo envidiaba a las sirvientas que tenían hijos. Hubiese deseado la misma atención que les daban sus padres, ya que la suya no había estado presente todos los días de cada momento. Siempre había una reunión, un viaje diplomático, festines que ocupaban a su tía Isabelle.

Con cierta dificultad entregó la niña a la anciana mujer que cubría su cabello bajo un tocado que le cubría todo su cabello pero que dejaba su cara libre, y por lo tanto visible el paso del tiempo.

Miró como se la llevaban al interior de la casa seguido de lo que parecía un ejército de mujeres nobles, todas encargadas de cuidar de Emma como sí una o dos mujeres no fuesen necesarias para la labor. Ella no recordaba que hubiese tantas de ellas que la cuidasen, ni siquiera Marguerite las tenía. La reina suspiró con tristeza dejando caer sus hombros y cerrando sus ojos pensando en el día de su matrimonio con el comte d'Anjou, para el cual solo faltaban pocos meses. Eso le sacó una sonrisa que no sintió en lo absoluto salir pero que le hacía imaginar que los mejores tiempos estaban por venir tras el ansiado enlace. No tardarían en concebir a un heredero y luego al resto de príncipes y princesas, llevar entre los dos su reino hacia el esplendor y a una prospera paz.

Parecía tan fácil en su mente y ensimismada en ese futuro idealizado que había ignorado totalmente las inquietudes de sus más allegados, desde su tía Isabelle hasta su propio hermano. Henri le había avisado de que fuera cuidadosa con Sebastién, que aunque fuese su amigo no era el más fiel de todos. Su tía y sus hermanas le rogaron que pensara demasiado bien si era correcto tras el matrimonio darle un título tan alto como rey al que sería su marido próximamente, ello desviaría su poder y desde que se recordaba el ser rey era una posición muy por encima del de ser reina. Aquello podía crear ideas que no le favorecían, ideas que podían llegar a sacarla del trono y ponerlo a él como el verdadero gobernante del reino.

Darkness   ☾  The OriginalsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora