Llevo casi dos semanas trabajando para Adam y la verdad es que todo ha ido de maravilla. La tienda tiene muchas más ventas de lo que yo habría imaginado, y lo que pensé sería un aburrido empleo terminó siendo más divertido de lo que esperaba. Los clientes —en su mayoría adolescentes— tenían una extraña manera de "coquetear" conmigo, y puedo jurar que las chicas que iban solo iban a ver a Adam. No las culpaba, a su edad yo tenía el mismo enamoramiento por ellas.
—¿Y a donde piensas llevarme a cenar? —pregunto divertida al pequeño rubio frente a mí.
Le calculo unos quince años, teniendo en cuenta su extraña voz y lo delgado que era.
—¿Te gusta la pizza? —pregunta guiñándome un ojo.
—La verdad me encanta —le devuelvo el CD de Bruno Mars—. Son 8 dólares...
—Jordan
—Jordan —repito sonriendo y recibiendo su dinero.
—¿Y para cuando la cita? —insiste tomando el cambio.
—Bájate de esa nube galán —exclama Adam colocándose a mi lado y rodeando mis hombros con su brazo—, ella ya tiene quien la lleve a comer pizza
—Adam —replico cruzándome de brazos.
El chico abre mucho los ojos y tras un asentimiento de cabeza se marcha con las mejillas rojas.
Le doy un golpe con mi cadera a Adam para quitármelo de encima y tomo los CD's que algunas personas antes decidieron no llevar en caja para devolverlos a sus estantes.
—Eso fue realmente innecesario
—¿Qué? No puedes culparme por sacarte de un apuro —explica caminando detrás de mí—. ¿Viste su cara? No te iba a dejar en paz hasta llevarte a comer pizza
—Por favor Adam, que excusa más patética —tomo el primer CD y lo dejo en su lugar—. Sé defenderme sola
—Por supuesto, no dudo de eso —él continua siguiéndome.
—Además fue tu idea lo de coquetear con los clientes
—Coquetear, no aceptar ir a citas —aclara.
Blanqueo los ojos y me doy vuelta haciendo que por poco choque conmigo.
—Tenía quince años. Creo que sé como decirle que no a un chico de quince años
—Me pareció que estaba convenciéndote, por eso intervine —musita acercándose mucho más a mí.
—Seguro, porque me encanta salir con chicos menores que yo —ironizo alejándome y siguiendo con el trabajo.
—¿Y qué tipo de hombres no te encantan? Porque si te encantan los chicos, debes detestar a los hombres
No puedo evitar sonreír, aunque para mi suerte, él no está viéndome.
—Definitivamente odio a los hombres seguros de sí mismos —explico siguiéndole la corriente—, ya sabes. Los que saben lo que quieren y van a por ello
Lo miro sobre mi hombro y lo encuentro sonriendo.
—Todas las mujeres odian ese tipo de hombre Chris, dime algo nuevo —dice aun sonriendo.
—Supongo que la clase de hombre con sentido del humor, divertidos y originales —finjo tener asco—. ¿Quién quiere un hombre que se divierta cuando un tipo totalmente amargado es lo mejor?
ESTÁS LEYENDO
Something Stupid
RomanceChristina Grimmie siempre tuvo una regla básica durante toda su adolescencia: cero chicos. Y no porque no le gustasen, era porque tenía pánico a terminar como su madre: madre soltera a los diecinueve, y no de una, sino de dos niñas que nunca conocie...