|| Sinceridad ||

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Las personas cada vez llenan más el parque, se ven desde los ancianos que pasean tranquilamente hasta los niños que montan sus mini carros. Los veo y uno por uno memorizo sus rostros, viendo pequeños detalles que otros no verían simplemente por no tomarse el tiempo.
Como por ejemplo, ese pequeño que corre tras un perrito, es obvio que su madre le cortó el cabello y que ha sufrido una dislocación en el tobillo, su forma de caminar lo delata.

–Mmm –escucho a Jonathan quejarse y lo miro recostado en la banca donde lo dejé.

Han pasado más de veinte minutos desde que se desmayó. Me acerco a la banca donde lo veo mover con inquietud sus brazos y piernas, al mismo tiempo que sus párpados. ¿Tendrá una pesadilla?

–¿Jonathan?

–¡Sebastian! –grita con horror antes de despertar y sentarse tan rápido que a penas logro quitarme para que no me de un cabezazo.

–¿Que dijiste?

¿Será el mismo Sebastian que mató a mi hermano?

–¿Qué? ¿A qué te refieres? –pregunta jadeante por su despertar tan brusco– Espera... ¿seguimos en el parque?

–Claro, no pude llevarte en mi moto inconsciente. Ahora responde, ¿quién es Sebastian?

–Nadie.

–Mientes –lo tomo por la playera–. Responde o haré que Alexander te venda como carne barata. ¡Dime ¿quién es Sebastian?!

–¡Sólo un chico de El Círculo! –responde con los ojos abiertos por mi amenaza –Lo vi un par de veces, eso es todo.

–Para haberlo visto un par de veces te causó una horrible pesadilla –jalo su playera para acercarlo tanto a mí rostro que nuestras narices se rozan–. Te exijo que me digas qué sabes sobre Sebastian.

–¿Para qué quieres saber? –intenta zafarse, pero yo tomo firmemente la tela– ¿Por qué es tan importante?

–¡Aquí el que hace las preguntas soy yo! ¡Ahora responde!

–¡No sé nada sobre él! –grita desesperado– ¡Entró a mi celda unas veces para golpearme, eso fue todo! ¡Jamás me dijo nada, sé su nombre porque alguien lo llamó desde afuera!

–Eso está por verse –lo levanto sin soltar su playera–. Iremos a la casa y tú repetirás lo que me dijiste con el detector de mentiras.

Jonathan no dice nada y se deja arrastrar hasta la motocicleta. Jamás pensé que pudiera conocer a Sebastian, pero esto significa una gran ventaja, quizá estando entre los suyos bajó la guardia y dijo algo que nos puede ser de utilidad. Después de todo, no cuidas tu boca cuando hablas con alguien que posiblemente morirá.

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–Muy bien, repite lo que le dijiste a Rodrigo –ordena mi padre después de conectar la banda al brazo de Jonathan.

–Vi a Sebastian un par de veces cuando vino a mi celda para golpearme –la maquina no suena.

–¿Cómo era? –pregunta Jace

–Alto, fuerte... cabello platino.

–Sí, se trata de Sebastian Morgenstern –mi padre rasca su barbilla–. ¿Alguna vez te dijo algo?

–No –la maquina suena.

–Dinos la verdad. Sólo te pedimos eso.

–Es que no recuerdo... –la maquina suena.

Jace, impaciente, le da un puñetazo en la cara tan fuerte, que Jonathan voltea la cabeza y deja escapar pequeñas gotas de sangre de su nariz que manchan las paredes blancas. Eso tuvo que doler.
Yo veo todo desde la puerta que tiene un espejo de doble vista. Por un lado es espejo y por el otro ventana. Cuando regresé con Jonathan de inmediato le hablé a mi padre y expliqué lo que me había dicho. Él me ordenó que lo llevara al cuarto de interrogatorio para que junto a "Alexander" se hicieran cargo.

Siete Latidos ||Jonalec|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora