|| Desconcierto ||

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Para no perder tiempo, sólo unos hombres de Magnus y pocos de Camille irán con nosotros a la guarida de El Círculo. Los "señores" van en una camioneta acompañados de tres hombres de Magnus, mientras los demás vamos en otra que es más bien una lata de sardinas.

–¿Listo, Rodrigo? –pregunta Ragnor.

–Nací listo –respondo cargando mi pistola.

–Por cierto, Rodrigo, gracias por salvarme –menciona Lily, quien se asegura un cinturón con navajas.

–¿Te ha salvado? –pregunta uno de sus compañeros interesado.

–Sólo la empujé, no fue nada.

–Pero si modestia no te falta –se burla Ragnor–. Yo vi cómo la empujaste para que el francotirador no le diera en la cabeza.

–Has salvado a la protegida de Raphael, ahora él está en deuda con Alexander.

–Pero si Alexander no hizo nada –menciono molesto.

–No necesitó hacerlo. Tú hablas por él –explica una joven jugando con una pistola–. Apuesto que eres tan novato que nisiquiera sabes nuestro código.

–Cállate, Juliet –gruñe Lily–. Claro que Rodrigo sabe el código. ¿No es cierto?

Nueve pares de ojos me observan en espera de una respuesta. Jamás pensé que los subordinados tendrían tantas reglas y ahora un estúpido código. Qué mal.

–Yo, mmm.... no. No lo sé –acepto a mi pesar.

–Jamas pensé que la Clave fuera tan cerrada con sus novatos –se lamenta Juliet–. Nuestro código es simple: Sirve y servirás.

–¿Qué?

–Significa que si sirves a tu señor, en este caso Alexander, servirás a una causa mayor, en este caso La Clave –explica otro chico de cabello blanco.

–¡Ya llegamos! –anuncia el conductor.

El auto se detiene y rápidamente bajo junto al resto. Para el combate, las ropas de los hombres de Magnus cambiaron de colores brillantes a un traje completo color negro, aunque sus cabellos blancos aun los diferencian del resto. Todos los demás usamos las mismas ropas, ya que no nos dio tiempo de ir a buscar otras. Veo a mi padre, Jace, Camille y Magnus bajar de su vehículo. Ellos también llevan este traje, con la excepción de una M bordada en hilo de oro en cada hombro.

–¿Es aquí? –pregunta Magnus incrédulo– Parece un basurero.

–Esta es la dirección que uno de mis hombres me ha dado, no puede ser otro lugar.

–Entonces ¿qué esperamos? –Camille saca su pistola– Ya quiero tener su sangre.

–¡¿Listos?! –grita Jace a los cuatro vientos.

–¡Listos! –responden los subordinados y yo.

Los que tienen la M avanzan primero junto a un grupo de hombres que derriban la puerta. Adentro nos encontrarnos con una sala llena de hombres, hay planos en las paredes y escritorios llenos de papeles. Los disparos son lo único que se escucha.
Todos nos dispersamos para poder atacar mejor, veo unos cuerpos caer, pero no sé si son de los nuestros y francamente no me importa. Un hombre con cabello oscuro se para frente a mí y sin dudarlo le disparo en la cabeza. Sigo avanzando con una cosa en mente: Tener la cabeza de Sebastian a mis pies. Veo a Ragnor enterrar una navaja a un sujeto y dejarlo en el piso, va a ir por otro cuando por el rabillo del ojo distingo que una figura va a lanzársele encima.

Siete Latidos ||Jonalec|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora