|| Mamihlapinatapei ||

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–¿Dónde está?

–Alec, no puedes...

–¡Quítate de en medio, Isabelle!

–¡Alec!

Escucho la puerta abrirse con tanta fuerza, que no dudo que esté partida por la mitad.

–Alec, debes irte –dice Clary con calma insertando la aguja en mi pierna para cerrar la herida de bala.

–No –Alec rodea la cama y se sienta en la siguiente.

–Alec...

–Está bien –interrumpo a Clary–. No me molesta que esté aquí.

–Nunca dije que te molestara a ti.

No sé si fue un accidente, pero Clary jala bruscamente la aguja y aprieto los dientes por el dolor. A pesar de la presencia extra, la enfermería se mantiene en silencio. Estoy recostado de lado y paseo los ojos por la habitación, pasando de Clary que no despega sus ojos de mi herida, hasta Alec que no deja de mirarme entornando los ojos, como si me estudiara.

–¡Listo! –anuncia Clary– No fue tan difícil.

–¿Y la del abdomen? –pregunta Alec sin dejar de verme.

–Ya la saturé –responde Clary–. Por suerte no perforó ningún órgano vital.

–Puedes irte.

–Pero debo...

–Vete –dice Alec en tono autoritario.

–Si abres sus heridas, tú lo cocerás –advierte Clary antes de irse.

La puerta se mantiene ligeramente abierta, gracias a que está chueca en la parte superior.

–Jonathan –llama Alec en tono amable.

Volteo para verlo y me quedo paralizado al encontrarlo tan cerca. No escuché cuando se acercó lo suficiente para que nuestras narices se rocen y respiremos el mismo aliento.

–¿Por qué eres tan idiota?

Estando tan cerca puedo oler la pólvora combinada con su perfume.

–No lo sé –respondo sin pensar.

–¿Por qué fuiste tras de mí?

Sus ojos se ven tan hermosos, no son completamente azules, tienen algo de verde en el borde, son, de algún modo, hipnóticos.

–No lo sé.

–Debe haber una razón, siempre hay una razón.

Niego lentamente con la cabeza, lo que provoca una leve fricción entre nuestras narices.

–Sólo te vi alejarte y quise ir también.

–Pudiste haber muerto.

–Tú igual.

Alec sonríe y suspira regalándome una agradable sensación de cosquillas en los labios.

–Jonathan...

–Alec, nuestro padre quiere...

Alec se aleja de mí cuando Jace entra de imprevisto en la enfermería. En la puerta, un Jace perplejo nos mira.

–Creo que interrumpí algo. Mejor...

–No –Alec se levanta y me mira de reojo–. Sólo hablábamos. ¿Qué quiere nuestro padre?

–Los hombres que capturamos dicen que no hablarán hasta verte.

–¿Por qué quieren verme?

Jace se inclina y habla al oído de Alec. A pesar de su intento por susurrar logro escucharlos a la perfección.

Siete Latidos ||Jonalec|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora