|| Natsukashii ||

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||Isabelle||

||Flashback||

–¡No es verdad!

–Yo tampoco quiero creerlo –dice mi padre con calma–. Pero es la verdad.

Niego con la cabeza y me acerco al informe de balística en el escritorio de mi padre. No puedo evitar que mis ojos viajen a la misma línea una y otra vez: La bala encontrada en el cuerpo de Alexander Lightwood proviene de la pistola de Rodrigo Gonzáles.

–Alec nos traicionó –repite mi padre–. Se fue con Jonathan, mató a Jace y secuestró a tu madre y Clary.

–¿Por qué lo haría? ¿Por qué se las llevó? –pregunto sin dejar de ver el informe del forense, al ver repetidamente el nombre Rodrigo me imagino a Alec y Jonathan juntos, besándose, y disparando a mi madre sin piedad.

–No quiero pensar en eso, hija. De sólo imaginar lo que podrían estar sufriendo... me lastima.

Dejo el reporte en el escritorio de papá y lo miro a los ojos.

–¿Y ahora qué?

–Creo que es obvio –mi padre permanece de pie al otro lado del escritorio. Es un hombre muy fuerte, que ha soportado la traición de su hijo y el dolor de no saber nada de su mujer–. Tú serás quien se encargue de La Clave, pero antes de hacerlo oficial debes contraer matrimonio. ¿Sí lo entiendes, verdad?

–Claro que sí. Y lo haré con una condición.

–Lo que quieras, hija mía.

–Sé que ya diste un precio a la cabeza de Alec por quinientos mil dólares. Quiero que aumentes la cifra y des la orden de traerlo vivo si es posible.

–Considéralo hecho –mi padre me mira como muy pocas veces lo ha hecho. Con orgullo.

Alec me traicionó, no merece nada más que la muerte. Y qué mejor venganza puedo pedir que verlo con mis propios ojos. Perdí a Max, envenenaron la mente de Alec, Jace murió y mi madre fue secuestrada. No me queda nadie más que mi padre, nadie más en quien pueda confiar.

||Fin Flashback||

–¿Izzy? ¡Izzy! ¡¿Isabelle, estás aquí?!

–¡Sí! –grito al tiempo que doy otra patada al saco de boxeo.

–¿Qué haces? –Simon mira el reloj en su muñeca– Son las tres y cuarto de la mañana.

–No podía dormir –continúo golpeando el saco con mis puños y pies–. Pensé que entrenar me ayudaría, pero hasta ahora nada.

–¿Pensaste en un vaso de leche?

–Ya tomé seis.

–Izzy, por favor regresa a la cama. Tanto entrenar no es bueno.

Detengo el saco de boxeo con la mano para evitar que siga tambaleándose y miro a Simon con severidad.

–El que seas mi esposo no te da derecho a darme órdenes.

–No te estoy dando órdenes –corrige Simon–. Te estoy señalando que estás obsesionada.

–¿Y tú no lo estarías? –vuelvo mi atención al saco y sin piedad lo golpeo una y otra vez– ¿Cómo te sentirías si tu hermano matara a tu otro hermano sólo por ir a follar con el hijo de tu enemigo?! –sin poder evitarlo, termino gritando y pateando tan fuerte el saco de boxeo que sus cadenas se rompen y cae al piso.

Siete Latidos ||Jonalec|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora