|| Concentración ||

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Tras un largo camino de silencio llegamos a la casa. Clary abre y se escuchan ladridos del otro lado. Bites llega con el hocico abierto listo para arrancarnos una extremidad, hasta que Clary lo toca en la cabeza y el perro se deja caer pesadamente.

–¡Ya llegaron! –festeja Isabelle– Jonathan, mi hermano dijo que te espera en el patio y mi padre quiere verte en su estudio, Clary.

Clary asiente y después de dedicarme un "buena suerte" se dirige a las escaleras. Sin duda le afectó el que yo supiera sus intenciones, pero si lo demostró, fue durante un segundo. Parece que es una chica fuerte y decidida igual que Isabelle, y debo decir que eso me agrada. Siguiendo las ordenes de Isabelle, llego al patio donde veo a Alec sin zapatos colgando boca abajo de una barra de metal, sostenido únicamente con sus rodillas. Mantiene cerrados los ojos como si pensara algo y da una profunda respiración.

–Jonathan –dice en voz neutra, parece no estar feliz porque llegué ni mucho menos–. Hueles a salchicha, gas de camión, sudor y un poco a Clary –dicho esto, abre los ojos y me mira desde su posición inversa.

–¿De verdad? –me huelo la playera.

Detecto el gas ligeramente y quizá la salchicha, pero no sé a qué se supone que huele Clary.

–Así es –Alec da una marometa y queda de pie firmemente en el pasto–. Sabía que eras tú cuando cruzaste la puerta, te había olido desde el parque. El perfume de Clary se te pegó un poco, pero por lo demás sigues siendo tú.

–¿En La Clave huelen personas?

–No, pero es una habilidad que ayuda en ocaciones.

–¿Habilidad?

–El olfato. Si puedes oler un acelerador a distancia sabes que es hora de correr. Si puedes oler pólvora sin quemar sabes que alguien trae un arma. Si puedes oler un perfume o una mezcla peculiar sabes que hay alguien ahí que quizá no debería estar.

–¿Y eso me enseñarás? –pregunto sorprendido e interesado.

En El Círculo jamás escuché de este tipo de técnica.

–No sólo eso, te enseñaré a usar el arma más poderosa que tendrás. O mejor dicho, las cinco mejores armas. El oído, el olfato, el gusto, el tacto y la vista –enumera con los dedos–. Los sentidos son las únicas armas conque contaremos siempre. Una pistola se puede trabar, un cuchillo puede no tener filo, pero tu cuerpo siempre estará al cien por ciento si está bien entrenado.

–Correcto –asiento a sus palabras claras y concisas.

Sin duda un líder natural.

–Ahora, Jonathan, cuélgate de cabeza tal como yo estaba –indica Alec.

–¿Por qué?

–Hazlo.

Suspiro y me acerco a la barra de metal. Aun estirando mis brazos al aire lo más que me permite mi cuerpo, quedan unos centímetros sin cubrir. Dobló las rodillas para saltar lo suficiente y tomar el frío metal, y sin perder el impulso, comienzo a subir hasta que la mitad de mi cuerpo está sobre la barra. Me inclino hacia delante y dejo que mi cuerpo caiga hasta que termino colgando de mi cadera.

–Ahora sólo debes girar –escucho a Alec con un tono alegre.

Sin duda le divierte esta situación.
Coloco bien mis manos y pensando en lo que estoy a punto de hacer considero retractarme. Doy un ligero salto para girar en el aire y caer nuevamente sobre la barra, pero esta vez, sentado de espaldas a Alec. Ahora sólo es cuestión de inclinarme hacia atrás y dejar caer mi cuerpo hasta que las rodillas se aferran al tubo como único soporte.

Siete Latidos ||Jonalec|| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora