Genial.
Tengo la ropa interior puesta del revés, el interior de los muslos pegajosos, mi aliento apesta, tengo resaca y puedo ver al muchacho de la foto sacando unas cosas del maletero del coche.
Fortalezco el agarre en mis pertenencias —bolso y tacones— y echo a correr calle abajo. Tengo que esquivar los problemas, y esto me traerá más de una jaqueca si me quedo parada o incluso le doy los buenos días.
Demonios, Jeller.
Dejo de correr cuando llego a un paso de peatones, viendo a la gente mirarme con cara de vergüenza ajena mezclada con consecuencias. La marcha atrás del semáforo sigue avanzando, y los rascacielos me marean. Rascacielos que no he visto en mi vida.
¿Dónde estoy?
Un escalofrío me recorre la médula espinal, y el pensamiento de estar perdida me espanta.
Tomo la decisión de darme la vuelta, y echo a correr calle arriba, jadeando, hasta llegar al portal del que había salido. La puerta está abierta, así que, sin llamar, entro y me dirijo al ascensor, mirando al suelo mientras el conserje me mira con cara dudosa.
Una vez en el ascensor me coloco los tacones, me peino el pelo con los dedos, me quito las legañas y me pinto los labios con un pintalabios que encontré perdido por el bolso.
Desearía no llevar este vestido ahora mismo.
La planta está silenciosa, e increíblemente fría y poco recibidora. Me coloco frente a la gran puerta blindada de madera maciza y dirijo un tembloroso dedo hacia el timbre. El ruido que suena me parece espantoso, y las axilas me empiezan a sudar nerviosamente.
El chico-sin-nombre abre la puerta con cara neutral y me mira con cara interrogante. Me quedo sin palabras cuando veo su cara; ni la resaca, ni las fotografías le hacen justicia a un rostro tan angelical pero tan ardientemente diabólico al mismo tiempo.
— No sé dónde estoy... —digo, clavando las uñas en el bolso que Bella me prestó anoche. Sus ojos me escanean con una llama ardiente en las pupilas, mientras que a mí se me ha pulsado el interruptor del libido. Sus labios se separan, coge aire y creo que ambos somos conscientes de lo que está a punto de pasar.
— Pasa —dice y se echa a un lado, sin quitarme la mirada de encima. Entro por la puerta haciendo que mis tacones resuenen por el pasillo de su apartamento y siento su mirada quemarme la espalda. Me tenso cuando su mano me roza la cadera e inspiro fuertemente por la nariz.
Me paro en seco y lanzo los tacones hacia el fondo del pasillo. Giro sobre mis talones y me acerco a él. Levanto su camiseta y clavo mis uñas en su abdomen, mordiéndome el labio inferior con ganas. Subo mi ceja izquierda, retándole a que me toque, a que sienta el calor que mi cuerpo desprende ahora mismo. Si es así como se siente el infierno, perdóname, Dios, pero no voy a dejar de pecar nunca. Su mano se coloca en mi nuca y me acerca a él de forma desesperada, nuestras narices se rozan mientras nos miramos a los ojos.
— ¿Quién eres? —pregunta, irónicamente, para luego comenzar a comerme la boca vorazmente. No recuerdo la última vez que unos labios tan llenos y tan suaves me besaron de una manera tan alocada y salvaje, pero tierna a la vez. La gloria jamás probada es lo que tengo ahora en frente de mí.
Llevo mis manos a sus hombros, y las junto en su espalda. Pongo una pierna en su cadera y me impulso hacia arriba, él me agarra al instante. Nos entendemos como si nos conociéramos desde siempre, no hacen falta palabras, y, aparentemente, tampoco estar bajo los efectos del alcohol. Puedo notar su potente erección golpear contra mi culo, así que muerdo su labio inferior, para luego lamerlo, juguetona. Ahora ya nada va a ser capaz de hacerme olvidar este momento.
* * *
Me aparto el pelo de la cara, jadeante, mientras él bombea una vez más dentro de mí. Gimo. Sabe como tocar los puntos exactos. Se apoya en sus codos y se queda fijo encima mía. Gruñe mientras roza mi cuello con su nariz.
— Guau —digo, exhausta. Él se ríe, dejando un beso en mi cuello y se levanta. Jadeo mientras se retira de mi interior.
— Andrew —dice, poniéndose su ropa interior de color rojo. Le miro y él enarca una ceja; se ríe cuando hago lo mismo— mi nombre.
Algo hace click en mi cerebro y una risa nerviosa sale de mi garganta mientras me cierro de piernas y busco mi vestido con la mirada. Andrew me lanza una camiseta negra y me la pongo con el corazón acelerado. Tendría que ir a casa ya...
— Jeller —digo. Me pongo las manos en la cabeza y bufo— ¿No tendrás un par de pantalones, verdad?
* * *
— Gracias por traerme —digo, revolviéndome en la silla de su coche. Él me mira extrañado mientras bajo, apretando el papel con su número de teléfono entre mis dedos índice y corazón. No puedo girarme y mirarle a la cara, me da vergüenza tener que destapar parte de mi vida hacia alguien que a penas conozco.
No le conoces pero te has acostado con él dos veces.
Genial, ya comienzo a torturarme interiormente.
Andrew cierra la puerta del coche desde dentro, y pisa el acelerador; el coche se marcha con un chirrido insistente.
Me agacho para colarme entre los arbustos, y me quedo en aquel escondite de metro cuadrado que los arbustos de nuestros vecinos junto con los nuestros hacen; es el escondite perfecto. Me cambio de ropa y guardo la camiseta de Andrew, los pantalones, los tacones y el vestido de Bella en la mochila que siempre guardo ahí cuando mi padre está en casa.
Me coloco una sudadera rosa y de tres tallas más que la mía, unos pantalones grises de tela y unas UGG y salgo de mi escondite.
Ya estoy a salvo.
NOOOOOOOO, NO APUNTÉIS VIESTRAS PISTOLAS HACIA MÍÍÍÍ!!!!
No, no voy a poner ninguna escusa, esto ha sido muy desconsiderado de mi parte. Lo siento mucho, chicas. Posdata, soy Ross. No me preguntéis por Kaleb, hace una semana que no sé nada de él...
Por fin el capítulo 4... El tan esperado. ¿En qué narices se mete Jeller?
We love you, ladies!
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Not A Good Girl
ChickLitJeller es la hija que cualquier padre quisiera tener; estudiosa, respetuosa, amable... Tiene un buen futuro; eso está asegurado. Pero nada es lo que parece ser, y eso, poca gente lo sabe. Ella vive su vida, día a día, arriesgándose, cometiendo er...