Capítulo 12

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-Lo de afuera, ya está bien limpio –Señaló Patricia, que entraba con Rosa y Ana en la cocina.

-Aquí también... -Guardaba los trapos Celia-. Vamos Marta, sonríe un poco...

-¿Cómo, si se me cierran los ojos de sueño? –Soltó con rabia.

-Pues yo pienso echarme otra vez a dormir... -Señaló Ana-. Pero... No tengo ganas de subir y encontrarme a mí marido.

-Ni yo... -Señaló Celia.

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-Como vea al mío, le salto a la yugular... -Siguió Patricia.

-Hay que reconocerlo, se han anotado un tanto... -Comentó Júlia.

-No, nos lo recuerdes.... –La fulminó con la mirada Patricia.

-Pues, yo si que no pienso subir a dormir ni ahora ni ésta noche... -Habló Marta, aún perdida en sus pensamientos.

-Yo que tú, abriría las piernas en señal de derrota... -Se metió con ella en broma, Patricia.

-¡Patricia! –La riñó Celia-. Siempre igual...

-Comentarios como éste, son los que no deberíais de decir en nuestra presencia, querida hermanita.

-¡Vamos, que me vas a decir que sois castas! –Alzó los ojos al aire con gran ironía Patricia, ante lo dicho de la chica.

-¡Patricia! –La volvió a reñir Celia.

-Pero tampoco, somos tan pervertidas como tú... Aunque después de éste verano, no lo creo... -Rió Júlia.

-Me parece, que me voy a dar una vuelta por las ferreterías... -Comentó Marta.

-¿A una ferretería? –Preguntó Ana extrañada.

-Sí, voy haber si encuentro a que alguna se preste hacerme un cinturón de castidad.

-¡Marta!

-¡Tonta!

Se rieron todas, por la tontería que acababa de decir la chica en un momento de desesperación.

-Tampoco hace falta tanto... -Interrumpió Rosa-. El primer día que llegamos, vi como en el trastero había guardado en sus respectivas cajas, tres tiendas de campaña, esas que son iglús...

-¡De verdad! –Se le iluminaron los ojos a Marta.

-¡Bravo! –Rió Patricia-. Otra noche más, para joderme la espalda... Me deberás, una sesión en un salón de belleza.

-Eso esta echo... -La abrazó Marta-. Pero vayamos a buscarlas.

-Bueno... -Aceptó con resignación Celia-. Nos vamos de acampada al jardín de la casa, como hacen los niños de ocho años...

-¡Uy, uy!... –Comentó Tamara, que se encontraba sentada en la cocina tomándose una manzanilla con hielo-. Cuando los niños vean que lo montáis, no os van a dejar tranquilas...

-Supongo que cabrán...

-No hay derecho... -sollozó Ana-. Mi marido, va a dormir como un ángel...

***

Odiaba los lunes... Pensó Susan, cuando a las ocho y dos minutos, entraba en su edificio para empezar una jornada más de trabajo. Iba un poco antes de su hora, para poder pasar a tiempo las anotaciones que tenía en su libreta del sábado, y así relajarse con la preparación de los artículos de la vuelta del verano...

Saga Edificio XIV- Líos De Oficina- Segunda ParteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora