Capítulo 5

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¿Por qué todo el mundo encuentra tan bello al amanecer? ¿Qué es lo cautivante de comenzar un nuevo día si aún así seguirá siendo lo mismo de todos los días? El mundo es tan superficial a veces. Realmente creen que sus problemas se solucionan de un día para otro, que se puede sonreír en momentos de crisis, que con el simple hecho de que alguien más te diga que sigas adelante lo harás sin oposición y sin dudar en mirar atrás. Y ese es el momento en donde quiero estar de pie frente a todos ellos y decirles con toda sinceridad y coraje acumulado: ¿qué está mal en sentirse mal? ¿Acaso está mal desahogarse? ¿Acaso está mal reflexionar por un segundo qué es lo que será de tu vida mientras y luego de la crisis por la que estés pasando? Estoy en total desacuerdo con todos ellos y en su forma de ver a la tristeza como algo humanamente fatal. La tristeza no equivale a algo negativo en todo momento. La tristeza ha guiado a grandes cosas. La triste es, sin lugar a dudas, una de las llaves más valiosas que abren las puertas hacia el éxito. Hablan mal de ella cuando quieren llorar por meses o quizás por mucho más; pero no le agradecen a ella por guiarlos en el camino hacia reflexión y así conducirlos hacia la mejor decisión que hayan tomado alguna vez. No le agradecen el hecho de concederles la experiencia necesaria para luego enfrentar las situaciones con más coraje y seguridad. No le agradecen cuando les ha ayudado a definir sus emociones, a ordenar las ideas en sus mentes y a aprender a valorar los verdaderos dones que da la vida.

Llámenme como quieran, critiquen mi manera de pensar. Simplemente no me importa. La tristeza no es algo malo en nuestras vidas.

Estoy casi segura de que la tristeza puede guiarte hacia la felicidad. No es un hecho que yo pueda comprobar pero, con el simple hecho de concederme todos los puntos ya mencionados, alcanza lo suficiente para cubrir a lo que yo considero mi muy pequeña felicidad.

Pateo las pequeñas piedras alrededor de mis pies y siento su roce áspero en ellos.

Oigo unas pisadas que se aproximan con el pasar de los segundos. Creo saber quién es. No volteo. De hecho, ni me inmuto. Sólo quiero permanecer aquí, mirando hacia la nada misma.

—¿Qué haces aquí afuera, Candie? —Pam toma asiento a mi lado sentándose sobre la columna de piedra de la entrada de su casa con sólo una sudadera y unos shorts puestos, temblando por el frío. Su piel está visiblemente erizada y el color comúnmente rosado de sus labios disminuye luego de unos minutos.

Sigo sin emitir palabra alguna por unos minutos más.

—No pude dormir —ella alza su vista en cuanto hablo finalmente—. Lo intenté por varias horas. Me di por vencida en cuanto el reloj marcó las cuatro de la mañana y desde entonces estoy aquí. ¿Qué hora es? ¿Las seis? ¿Seis y media?

—Son las ocho de la mañana —tuerce levemente los labios—. Has estado aquí por cuatro horas. Y no es el primer día que lo haces. Espero que esa costumbre se vaya después de hoy —frota sus manos sobre sus hombros varias veces e intenta acurrucarse sobre la columna de piedra.

No he pensado en un mañana desde que Alexander ha desaparecido por quién sabe dónde y gracias a quién sabe quién. Y a eso equivalen unas dos semanas y media. El rostro de Alex ha estado presente en cada programa de televisión del país durante la primera semana a pedido de cierta cantidad de residentes de la ciudad de Pennsylvania de los cuales, entre ellos, me hallaba yo. Al no tener una respuesta convincente o que aporte información sobre el paradero de Alex o algún reporte que implicara alguna actitud sospechosa en cuanto a ello, la segunda semana fue totalmente una tortura de la cual no sabía si saldría o no. Y puedo jurar que hasta el día de hoy lo sigue siendo.

Luego de aquel día en que Alex desapareció, mi padre no me ha vuelto a dirigir la palabra. Eso, en la mayoría de los casos, es algo que disfruto gustosamente y lo tomo como un lapso de tiempo indefinido para adquirir un momento de paz y sin discusiones o llantos de por medio —exceptuando los momentos en los que mi madre decide actuar como mi padre y hacer de las suyas aunque eso no fuera continuo— hasta que mi mala suerte vuelve y con ella mi padre vuelve a hacer de mi vida en mi casa un infierno. Pero esta vez es diferente, muy diferente. Él sabe algo de Alex que he intentado sacarle a mi madre de su garganta y no lo he podido conseguir. Estoy casi segura de que él presenció su secuestro y lo está buscando tanto como yo. Sé que me odia y sé que antes, durante y luego de esto seguirá siendo así porque ninguno de los dos tiene intensiones de cambiarlo, ¿pero es realmente justo que me oculte esa clase de información siendo Alexander mi hermano y posiblemente siendo yo alguien que tiene de amiga a una de las personas con más contacto con personas sobre todo el área y así pudiendo localizar a Alexander con mucha más facilidad? Si esto se trata de una especie de maldad como las que siempre me suele hacer definitivamente se ha pasado de la raya a un nivel del que jamás podría ser capaz de volverlo siquiera a mirar de lejos. Quiera o no, Alexander sigue siendo mi hermano y estoy en todo mi absoluto derecho a recuperarlo con o sin su ayuda. Sólo necesito la mínima información. Una dirección, una calle, la matrícula de un vehículo, la ropa que usaba el hombre que los asaltó, lo que sea. Cualquier cosa me sirve de mucha ayuda por el simple hecho de que sigo en blanco. Sólo sé que mi hermano ronda por algún lugar con alguien a quien seguramente no conozca y eso me pone los pelos en punta del miedo que me consume al pensarlo. Y, como dije, mi padre no me ayuda ni tampoco lo hará porque es la clase de persona con la que jamás podrás contar con ella a menos que se cumpla lo que él desee. O, al menos, así es conmigo.

Letras de suerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora