Conduzco en silencio mientras sigo el coche de Silas delante de mí. Las ansias son tales que me olvido de encender la radio o escuchar música de alguno de los CD's de mi caja. Las preguntas llegan a mi mente como dardos y, por segunda vez en el día, me permito morderme el labio ya que el labial rojo intenso cumplió su deber. Ya pasaron unos diez minutos desde que salimos rumbo al departamento y ruego por que falten pocos minutos más por la distancia entre mi apartamento y Hadid Company U.S. Me pregunto cómo será el lugar y si me gustará; si tendré buenos vecinos; si me gustan los colores del apartamento; y si durará para siempre. Aprieto los labios mirando sobre el estéreo la diminuta que me dio Silas antes de emprender el viaje hacia donde quiera que esté el apartamento diciéndome que es la llave del garaje. Me imagino la vida que podría tener allí. Alex podría venir a visitarme siempre que él quiera y quedarse a dormir conmigo viendo películas y comiendo cualquier chatarra hasta altas horas de la noche. Por ahora veo esta posibilidad como una meta pero eso no significa que sea imposible.
Luego de cinco minutos, y gracias a Dios, Silas aparca su coche frente a unos edificios altísimos. «¿Se le hará costumbre llevarme a sitios así?». Paso por al lado de su coche con el mío y desde su ventanilla me indica que baje la mía también. Lo hago al instante y me dice que yo conduzca hacia el garaje del apartamento, el cual está adentrándose a este en la parte inferior como si se tratase de un sótano. Asiento y finalmente voy hacia él. Me bajo del auto en cuanto ya estoy en las puertas del garaje y las abro con la llave que me dio Silas anteriormente. En cuanto estas ya están abiertas en su totalidad, me subo al coche y me adentro hacia la oscuridad que abunda en el lugar impregnado de olor a gasolina y aceite para frenos. Por los foros luminosos del auto veo que está repleto de coches aquí adentro y consigo un lugarcito donde aparcarlo de puro milagro. Cuando ya cerré sus puertas con seguro veo hacia todas partes en busca de alguna puerta que me lleve hacia los apartamentos y, gracias a un segundo milagro, me topo con una a unos pocos metros. Ilumino mi camino con la pantalla del móvil hasta llegar a esta y finalmente salgo a la recepción. Silas está cruzado de brazos sobre el mostrador que este tiene y no hay nadie detrás de él aunque no hayan dado ni las nueve de la noche. El lugar es espacioso y decorado con detalles dorados. El mostrador y las paredes —en las cuales abundan enormes espejos— están hechos de mármol blanco. Tiene un estilo muy elegante.
Silas me lleva hasta el elevador y toca el botón trece. Trago saliva y muerdo mi labio con nerviosismo. Soy muy supersticiosa, debo admitirlo. Pero ya hay suficiente mala suerte en mi vida como para que ahora me venga a joder un número si además se trata de mi posible nuevo hogar. Decido dejarlo pasar.
El trayecto desde la recepción hasta el piso trece transcurre en silencio, demasiado para mi gusto. Gracias al Cielo el elevador no tiene suelo de cristal, sino que está hecho del mismo mármol que las paredes de la recepción y sus paredes también están escondidas bajo unos grandes espejos. Pero como todo debe tener una de cal y otra de arena, me quejo del espacio pequeño que tiene este a diferencia del elevador de Hadid Company U.S. Mi claustrofobia ha disminuido con el paso de los años pero sólo un poco. Trato de desviar ese pensamiento con otras cosas mirando hacia el suelo. Ugh, tacones de mierda. No veo la hora de aventarlos desde la ventana del apartamento hasta que destruyan contra el suelo. Los odio.
En un santiamén el elevador marca el piso número trece y sus puertas se abren dejándonos frente a un pasillo con varias puertas en él. Silas toma paso decidido hacia el final del pasillo y yo lo sigo por detrás. Frente a la puerta en la que para hay un tapete negro con detalles en blanco. Lo levanta y toma una llave puesta debajo de él. Segundos después se oye el tic del seguro quitado.
—Hablaría mal de mí si no te dejara entrar primero —su frente se arruga causado por la sonrisa que se pinta en su rostro—. Bienvenida a tu nuevo hogar.
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Letras de suerte
JugendliteraturNo es la típica historia de la mujer feliz ni la mujer suicida. Candie odia a ambos tipos de persona. Pero siendo la esperanza de un cambio de vida totalmente ajeno a la suya, se topa con un acontecimiento muy peculiar: ¿de quién pertenecerán esas m...