02: No precisamente un paraíso.

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—Por Dios, este lugar apesta. Salgamos de aquí, Oliver.

—¿Acaso hay algo que no esté podrido en este mundo? —preguntó a modo de respuesta.

Giré sobre mí, y cada cosa nueva que veía me daba más ganas de vomitar. Había cuerpos descompuestos en cada metro cuadrado, más de uno. No sé si merecía ver eso. Y el olor, bueno, eso sí que no lo merecía.

El sheriff nos dejó días atrás, puede que semanas. No tengo noción del tiempo. Rick Grimes sigue siendo la única persona con vida inteligente que nos hemos cruzado. Y a esas alturas, tal vez ya estuviera muerto. Me desesperaba la idea de estar solos en un mundo así. Oliver, Keith, y yo. Keith no lograba el manejo de las armas, y a veces se volvía asustadizo e inútil. Pero era indispensable. Siempre que nos pasaba algo a alguno, lo solucionaba. A todos nos agarraban los ataques de nervios, de querer morir y de recordar a los seres queridos. Afortunadamente, nunca eran al mismo tiempo. De lo contrario estaríamos muertos.

Observé una vez más el desastre ecológico y olfativo que tenía ante mí. Estábamos en lo que solía ser un centro comercial. Me hinché a agarrar cosas y meterlas en la mochila, casi iba a explotar, y pesaba más de lo que quisiera. Pero me consolaba saber que todo lo de adentro sería útil.

—Chicos —anunció Keith, que hacía la guardia, por así decirlo—. Vienen. Muchos.

Ante la señal, salimos corriendo entre los tres. De a momentos Oliver se atrasaba y terminaba con algunos. Pero eran demasiados. No sabíamos cómo llegaron tantos de esos mordedores errantes. Lo cierto era que salían de todas partes. Si me decían que caían del cielo, me lo creería, si no no me explicaba por qué aparecían en todos lados.

Debíamos llegar a la puerta principal y largarnos de ahí. Comencé a desesperarme, eran muchísimos, e iban bastante más rápido de lo que planeaba. Llegué a pensar que tal vez estaban evolucionando, y esa idea no me gustaba.

Pese a todo lo que corrimos en ese centro comercial, pese a la puntería que pudimos tener, y pese a todo lo que hicimos para salir ilesos, desafortunadamente, pasó. Un mordedor atacó a Keith, y ahí fue cuando lo perdimos. Bueno, perdimos la esperanza de que viviera con nosotros y del futuro limpio. Oliver atravesó al caminante con un cuchillo, pero ya era muy tarde. Su hombro comenzaba a desprender sangre, y Keith se detuvo.

—¡Váyanse! —gritó entristecido—. ¡Yo les serviré de cebo!

—¿Qué? —mi semblante pasó de angustia a decepción—. ¿Qué te pasa? ¿Acaso piensas que nosotros te vamos a dejar así? ¡Por favor!

Lo tomé del brazo y lo obligué a correr, jamás lo dejaría. Oliver apoyó mi postura.

Así conseguimos salir del edificio e ir disparados al auto, esperando afuera con las llaves puestas.

—Ponte esta venda —lo obligué casi con violencia a ponérsela mientras el auto daba sacudones porque claramente Oliver nunca aprendería a manejar.

—Soy hombre muerto, chicos.

Tenía una media sonrisa en la cara, y eso hacía que me enfureciera. ¿Qué tiene de gracioso morir? O peor, ¿morir por un un zombie?

—¿Cuanto tardaré en convertirme?

—Maldición, cállate, no te vas a convertir —lo miré con preocupación, sabía que así sería.

—Lo haré.

—Voy a estacionar ahí —anunció Oliver señalando una casa y moviendo el auto hacia hacia la dirección. Perdimos la horda, ya no nos seguía nada. Pero no podía alegrarme, acababan de morder a un compañero de supervivencia. Así nos llamábamos.

—Keith, escúchame —dijo Oliver mientras nos abría la puerta y ayudaba a bajar al rubio—. Vamos a hacer todo lo posible por ayudarte, ya sea para que vivas o mueras. ¿Lo entiendes?

—Hagan lo que quieran, no hay nada que lo revierta. Gracias por estas semanas.

Miré a Oliver con pésame, lo que decía era cierto, nunca lo podríamos revertir. Me dolía más la pérdida de esa persona que nos había ayudado tanto que la de un ser querido cualquiera. Nota mental: no apreciar a nadie en el apocalipsis. Nadie que no fuera Oliver, claro. Él estaba hecho para sobrevivir.

Dejamos a Keith en cama en una de las habitaciones y nos quedamos afuera, cubriendo la casa.

—¿Crees que yo seré el próximo? —preguntó Oliver, jugando con su pistola.

Di un suspiro porque la imagen de Keith convertido me perseguía.

—No lo sé.

—¿Cuando va a terminar todo esto?

—No lo sé.

—Tus respuestas no me sirven de ayuda. Esto es serio.

—¿Crees que no lo sé? ¡Ahora me quedo sola contigo! ¡Ni siquiera sé si eso es bueno o malo! ¿Cómo vamos a hacerlo nosotros solos?

Esbozó una media sonrisa. —No lo sé.

Expresé mi indignación con un chasquido de lengua mientras volvía adentro.

—Voy a ver si Keith necesita algo, quédate haciendo la guard-

No terminé mi frase ya que un disparo nos sobresaltó a ambos. Hubiera sido irrelevante de no ser que provenía de adentro de la casa. Donde sólo estaba Keith. Enseguida los dos corrimos hacia la habitación y lo único que encontramos fue su cuerpo sin vida, y una pistola en su mano. Lo había hecho.

Mis ojos no produjeron lágrimas, ya no me pasaban esas cosas. Pero las piernas sí que me fallaron, y me llevaron directa al suelo. Me acerqué al cuerpo, no respiraba, claramente. Se había metido el arma en la boca, así había sido. Quise hacer un gesto de repulsión pero ni eso me salió.

—No es justo, Oliver —susurré, acariciando el pelo ensangrentado del cadáver—. No es justo.

—Nada de esto es justo.

Él tampoco lloraba, es como si no tuviera agua para desechar, al igual que yo. Era increíble como el "fin del mundo" nos había cambiado tanto.

—No se va a convertir, se dio un tiro en la cabeza —observó Oliver vagamente sin expresar mucho dolor—. Se fue como un... rockero.

En su última palabra hizo alusión al nombre Keith Richards, y entendí que por algo tenía ese nombre, y por algo se había ido de esta forma tan propia de los rockstars. Como héroes. Pero todos sabemos que los rockstars cambian el mundo antes de irse, y eso hizo él.

—Ya lo creo —murmuré pasando mi mano por la mejilla muerta de Keith.

Permanecimos en silencio unos instantes, puede que minutos. El tiempo era incalculable.

—Deberíamos irnos —dijo Oliver mirando compungido el ex rostro de Keith.

Asentí y me puse en pie, me dolía tener que dejarlo.

—¿No lo vamos a enterrar? —pregunté claro, estúpidamente.

—Dina —Oliver colocó ambas manos sobre mis hombros—, ¿crees que estamos en condiciones para hacerlo? Físicas, anímicas, ambientales-

—No —interrumpí—. Tienes razón. Salgamos de aquí. Tenemos que alejarnos lo más posible de Atlanta.

Coloqué una flor de madera en la camisa de Keith, una que había encontrado merodeando por la casa. "No lo merecías, Keith.", pensé, mientras me alejaba. "No lo merecías".

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Y este va dedicado a mi amiga Super Nai que está por ahí leyendo y le gusta la historia. Grax por el apoyo <3. Es corto, lo sé. De todos modos, en el próximo capítulo empieza lo interesante de verdad. Agradezco mucho los comentarios y votaciones, ¡gracias!

Ex Cinere » Daryl Dixon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora