09: Surrealismo...

915 65 19
                                    

Había huido sin ningún motivo aparente, había dejado todo atrás. Pero... ¿Qué había sido eso? ¿Qué acababa de hacer?

Fácil, tiraste todo por la borda.

En otras palabras, sí. Ahora mi subconsciente me recriminaba que hacía todo mal y que ya nada valía en mi vida. Pero tenía razón, y eso era lo peor.

Lo sé, yo siempre tengo razón.

—Agh, ojalá estuviera bien de la cabeza para que no pasaran esas cosas —mascullé sin saber si estaba fastidiada o muy fastidiada.

Me revolví la cabeza pensando que tenía bastante hambre, y bueno, que estaba sola. Y fastidiada. Nada estaba saliendo como quería. El destino no me hacía ningún guiño, ni una señal de que me ayudara, de hecho, lo único que hacía el destino era pisotearme cual montón de hormigas.

Eso eres ahora, una hormiga.

Maldición. Necesitaba salir del encierro domiciliario en el que me encontraba. Me puse la pistola en el cinturón y me preparé tras días de estar entre cuatro paredes.

Nada me era familiar, los incesables árboles no dejaban que en mí surgiera ningún tipo de esperanza de volver a ver a los demás. Estaba completamente arruinada. Ya no bastaba con estar en ese mundo en picada, si no que también estaba perdida, lejos de cualquier vida inteligente y que no tratara de morderme todo el tiempo.

¿Por qué lo había hecho? No dejé de preguntármelo en las dos horas que estuve caminando en ese bosque infinito.

Un suspiro salió de mi boca a la vez que me resignaba por completo de poder encontrar a alguien. Unos gruñidos se escucharon tras mi espalda, y, cansada, disparé sin siquiera mirar. Escuché un peso muerto, señal de que ese caminante ya había caído al suelo. Emprendí el camino de vuelta a la pequeña casa en la que me quedaba; recordaba el camino, pues me había asegurado en caminar en línea recta, ahora solamente debía rehacer el trayecto.

—No es bueno estar sola. Me voy a volver majara —comencé a decir sin siquiera estar consciente de que hablaba sola. Quizás sólo necesitaba desahogarme—. No es justo, ¿por qué no le pasó a otra persona? ¿Por qué a mí? ¿Y si me muero?

Aparté unas ramas del camino, las cuales reconocí y fue una buena señal, ya que me indicaban que ya había pasado por allí antes. Se acercó otro caminante, deseoso de poder probar mi maldita carne una vez más, y tras bufar, me tocó terminar con él; con su sufrimiento.

—Vaya, si no me muero por un caminante, me moriré de aburrimiento —comenté jugando con mi pistola. Me reí un poco, sola—. Si es que, sí. Voy a morir sola, aburrida... y muerta.

Volví a reír inconscientemente, pero no era yo, esta vez era mi cerebro el que se reía. Mi cerebro bailaba de la diversión, mientras mis ojos se iban cerrando poco a poco. ¿Acaso estaba drogada? Volví a abrir mis párpados, y tuve que hacerlo con las manos. Los mantuve así hasta que llegué a la pequeña cabaña. Era bastante pobre, pero bastaba para no tener que estar pendiente de los caminantes.

—Ya llegué, mamá —exclamé con un atisbo de emoción, quizás pensando que mi madre me fuera a responder.

—Sí, hola, Dina, llegas tarde... Otra vez —imité su voz y volví a reír recordando viejos tiempos.

—Lo siento, mamá. Ya sabes, me quedé con Richard. Es tan lindo...

—Uy, lo sé, ojalá lo hubiera podido encontrar a tu edad.

—Me va a llevar al recital de AC/DC en Sidney el próximo martes.

—¿Otra vez? Ya debe ser el quinto recital de esa banda a la que van.

Ex Cinere » Daryl Dixon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora