10: ...Y Realidad.

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Parpadeé para asentarme de nuevo en la realidad. Moví un poco mi cabeza, me había quedado tildada mirando una ardilla. Era irónico que ahora yo estuviera haciendo eso: cazar.

Lara me tocó el hombro para indicarme que sería ella quien le daría a la ardilla. Utilizaba una ballesta parecida a la de Daryl. Tenía sentido, porque si le dabas al pobre animal con una bala, después no estaría bueno para comérselo. Mi God, ¿por qué pensaba en cómo comer una ardilla?

—Dina, ¿te pasa algo? —preguntó mi compañera, después de darle al animal—. Estás muy ida, y esas ojeras no son normales. Parece que te vas a morir en cualquier momento.

—Ojalá fuera cierto —dije ignorando sus conjeturas—. Ya hemos atrapado muchas cosas, ¿podemos volver?

—Espera un momento, qué impaciente saliste.

—Hoy por la tarde iremos a ver la prisión.

—¿Qué? Ah, oh...

En cuanto llegamos me metí en el baño para mirarme la cara directamente después de bastante tiempo. Era cierto. Parecía un fantasma, era como una aparición vestida de camuflaje. El uniforme que me habían dado olía a limpio, porque creo que ni siquiera lo sudé. No entendía qué pasaba, mi pelo estaba siempre igual, mis uñas no crecían. Ya no me quedaban pecas.

Enarqué una ceja mientras me recogía el pelo con una coleta. Algo raro estaba pasando conmigo, y no era capaz de descubrirlo.

—Será mejor que salgamos ahora a ver lo que pasa con la prisión. Quizás... Pueda dormir después de eso —dije para mí misma, mientras estiraba mi cara y mis ojeras.

Quería ir por el simple hecho de que, si veía con mis ojos lo que había pasado, tal vez terminara aceptándolo. No me gustaba la idea, tampoco sabía si psicológicamente estaba preparada para ello. Tal vez encontrara a alguien convertido, y eso, estaba segura, no me iba a agradar. Pero quería asumir el riesgo porque si no, ¿qué sería de mí? Me marchitaría cual la flor arrancada que era. Me habían arrancado de mi vida, de mi país, de mi gente, y ahora me estaba marchitado y desaparecía poco a poco. Tenía sed de vivir. Me lo decía todos los días, vivía anclada al pasado.

Tres golpes en la puerta del baño volvieron a traerme al mundo real, y salí sin darle tiempo a esa persona a que golpeara de nuevo. Era Lara, quien me miraba sonriente. Muy sonriente.

—¿Qué estabas haciendo, algo loco? —preguntó con claro doble sentido.

—No. Vamos.

Lara y yo salimos después de despedirnos de los demás, diciéndoles que volveríamos para el fin del día, y a más tardar, a la mañana siguiente. ¿Por qué estaban tan sonrientes? Todo eso me daba miedo, quizás planeaban matarme o tirarme a los caminantes.

Comencé a sufrir la sonrisa de Lara todo el trayecto. La sufría, me cuestionaba a mí misma el por qué de haber elegido confiar en ella tan fácilmente. Pensé que estaba acabada, que estaba jodidamente destinada a morir ese día, y que al fin alguien terminaría con todo ese montón de porquería que rodeaba mi "vida". Dios, yo solamente necesitaba que alguien me salvara, que me sacara de ahí y de todo lo tóxico que tenía cerca. Pensé que sería Lara, pero claramente me equivocaba. Esa sonrisa delataba sus intenciones.

—Quedan algunos metros y la veremos —anunció sin dejar de sonreír.

—¿De verdad?

—Sí, ¿has visto que buen día hace? No nos hemos cruzado casi con caminantes.

Torcí la sonrisa más falsa de mi vida. No soportaría esa oscuridad de Lara mucho más tiempo.

—Mira, ahí está.

Ex Cinere » Daryl Dixon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora