11: Humo en la madrugada.

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Me desperté gritando. En realidad, fue porque había abierto los ojos, y había visto mi dedo pulgar. Estaba completo, por el amor de Dios. Mi mano también estaba en perfecto estado, y eso me aterrorizaba más que si la hubiese encontrado mordida. Por eso grité.

En seguida pude sentir como unos pasos acelerados subían las escaleras, y comencé a moverme en la cama, perturbada por aquello. No quería ni pensarlo, quizás fuera Lara con alguna ametralladora, o el caminante, o quizás ese jefe militar llamado Michael.

—No, por favor, no —supliqué temiendo lo peor.

Pero quien abrió la puerta, por acto divino, fue Daryl. Largué el suspiro más profundo de toda mi vida. Me toqué la frente sudorosa, y traté de parecer normal.

—¿Estás bien?

—¿Yo? —balbuceé—. Yo... Ehm... Sí.

—Bien —relajó su expresión—. Temía que quedaras traumatizada.

—¿Traumatizada? —me miré el dedo pulgar con nerviosismo—. No, no.

—Menos mal.

Daryl se agachó para atarse los cordones y cuando quiso darse cuenta ya me tenía encima lloriqueando.

—¡POR FAVOR! ¡DIME QUÉ ESTÁ PASANDO, DIME QUÉ PASÓ! —exclamé, efectivamente, traumatizada, tironeando su camisa y saltando.

—Tranquila...

—¡NO PUEDO TRANQUILIZARME! ¡LA MANZANA, EL DEDO, LARA, EL CAMINANTE, LA PRISIÓN!

—¿La prisión? —preguntó con extrañeza, pero sobretodo, preocupación.

—¡LA PRISIÓN QUE ARDIÓ EN LLAMAS ME LO DIJO MICHAEL!

—Oye, por favor, relájate.

—¡ESTOY RELAJADA!

—Estás subida arriba de la mesa. ¿Puedes bajar?

Me di cuenta de que me había subido al escritorio de la habitación. No me culpen, no sabía cómo había llegado ahí. Respiré hondo y traté de bajar. Por alguna razón los lunares del suelo me parecieron escombros, como los de la prisión ardiendo. Eso me hizo perder el equilibrio cuando estaba bajando por la silla, así que aterricé sobre Daryl, quien con sus brazos frenó mi caída. Nunca me había sentido tan inútil.

—Dina, estás mal. Será mejor que te pongas en la cama.

—¿Y desde cuando me tratas bien, eh? Que yo sepa, antes de que me fuera nos caíamos mutuamente mal —dije con dificultad para poder controlarme.

—Al menos se calmó —farfulló por lo bajo—. Es simple; estamos solos —volvió a su tino de voz habitual.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Pues, que lo que dices de la prisión es cierto. Ardió en llamas.

No escuché más. La cama sintió mi peso muerto. Lo último que vi antes de desmayarme fue la cara de Daryl rodando los ojos. Sí es que, seamos francos, no paraba de desmayarme o gritar cada dos por tres. ¿Pero es que acaso la realidad estaba a tono con mi sueño? Yo quería despertarme y saber que todo habían sido imaginaciones mías. Pero al parecer no. ¿Cuántas cosas más serían reales?

Desperté después de algunas horas. Era de noche. Seguía en esa cama, en esa habitación, que era lo único que había visto en varios días. Giré la cabeza hacia la mesa de luz, y sobre ella vi un plato con algo que parecía ser una ardilla abierta y algo tostada. Estaba muriéndome de hambre, así que la despedacé sin remordimientos.

Ex Cinere » Daryl Dixon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora