"Me verás volver y te arrodillarás ante mi"

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Es difícil rememorar ésto. Tengo 15 años, y en la época de mi vida donde debería "conocer el verdadero amor", puedo decir que eso ya forma parte del pasado. Yo conocí el verdadero amor uno de los peores días de mi vida: el mismo día que más sufrí por él.
A mi no me rompió el corazón una mujer porque no quiso estár conmigo, ni tampoco me lo rompieron siendo adolescente, ni mucho menos en la pubertad. A mi (y a muchos otros como yo) se me vino el mundo abajo un 26/6/2011, con 11 años, cuando la misión maquiavelica de quienes se hacían llamar hinchas de River y ocuparon un privilegiado cargo en el club durante dos mandatos presidenciales, se cumplió.
Me acuerdo que ése día estaba con mi camiseta de River, lleno de confianza en que íbamos a poder salir de ésta. De hecho, las cosas iban bien, gol tempranero de Pavone, crecía la ilusión... Sin embargo, en una jugada en donde inexplicablemente se chocan los centrales del equipo dirigido por J.J López, la pelota le queda mansita a Farré para que rompa el arco que da a Figueroa Alcorta. A esa mezcla de bronca, decepción y angustia se le sumó el pésimamente ejecutado penal del autor del gol, Pavone, abrumado por la situación.
Final del partido, 1 - 1 en el Monumental contra el gran equipo (hay que reconocerlo) de Belgrano, después de un 2 - 0 demoledor en Córdoba... Nuestra peor pesadilla era algo muy real.
"¿Qué nos hicieron Passarella, Aguilar? ¡Hijos de puta! Hicieron mierda a River. Se mearon en el club que les dio de comer tanto tiempo. Entren a la cancha con los jugadores, ¡Sean dignos de llevar traje y corbata, háganse cargo, ustedes nos hundieron! Jamás los vamos a perdonar, vivirán con la condena social de haber DESCENDIDO al club más grande de América. Los van a escupir por la calle, los van a insultar. No me sorprendería que intenten pasarlos por encima con un auto, o que intenten agredirlos físicamente mientras se desgastan las cuerdas vocales del agresor profesándoles insultos inenarrables en ésta cronología. Son una basura" palabras más, palabras menos, eso es lo que pensé aquel día, y lo que pienso hoy, en una realidad complemente distinta. Lo cierto es que uno se va haciendo más grande y forjando sus propios pensamientos autónomos y exentos de cualquier opinión que algún periodista quiera imponer en algún medio parcial. Teléfono, Olé.
Creo hablar en nombre de muchos hinchas de River cuando digo que a partir de ese día, hubo un click en nuestro cerebro. En mi caso, además de haber llorado todo el día a partir de las 19:00, y tener que bancar las gastadas de mis compañeros en el colegio, entendí algo: Ése era el momento.
Ése era el momento de ponerse la camiseta de River y salir a la calle con una sonrisa, a enfrentarse al pelotón. Era el momento de como Gustavo Cordera dijo en su mítica canción "La argentinidad al palo": "YO, argentino" decir "YO, gallina".
La oportunidad perfecta para demostrarle al mundo, ante los ojos de todo dios, que el ave Fénix no es un ser mitológico, y que la palabra resurrección no es cosa de locos.
Ahí empezó todo: hinchas de River que venían de todas las partes del mundo, comunados entre sí cada domingo en Núñez, cantando en aliento a aquella institución que tanto les dio, y que ahora la estaba pasando mal. Y no sólo en Núñez, llegaban fotos de las calles de Nueva York teñidas de rojo y blanco ante la mirada atónita de los shankyes preguntándose de donde salía semejante locura, videos increíbles desde Nueva Zelanda, que donde se respiró Rugby, se respiraba River cada vez que el conjunto de Almeyda iba en busca de lo jamás imaginado: el ascenso.
Tal fue la conmoción que los hijos predilectos del club, como Cavenaghi que se vino en auto desde Porto Alegre dejando todo y cruzando cual obstáculo se le cruce hasta llegar a Buenos Aires, como de Alejandro Domínguez que cambió dinero por amor. A ellos se le sumaron Ponzio, y un campeón del mundo como Trezeguet. Todos vinieron a dar una mano y a dejar todo de sí. River tiene peso mundial aún estando en una categoría inferior, único equipo en la historia con tanta influencia.
Y yo, desde mi humilde lugar, como vos, aporté mi granito de arena. Siempre defendí a River y desde ese día mucho más, hasta tal punto que me puse a muchos bosteros sarnosos en contra. Nunca me importó, ni me importa, ni me va a importar nada. River es mi vida. Y si estás leyendo esto, es porque seguramente es tu vida también.
Después de un insufrible camino, y sin jugar para nada bien, con errores arbitrales y partidos increíbles para bien y para mal, el 24/6/12 se concretó la vuelta: en su cancha y con dos goles del franchute argentino contra el equipito de Blas Giunta, el conjunto comandado por los jugadores, cuyo papel fue lo suficientemente sobrehumano para opacar las limitaciones del técnico, volvió a su lugar. (Y sí, Almeyda era un inoperante. Tenía huevos, y lo demostró agarrando el cargo, pero como DT un desastre. Hoy mejoró muchísimo y por suerte le va muy bien en México).
Empezaba una época totalmente distinta en Núñez, que conservaba un único factor común con la anterior: el aliento de su gente.
Varios se mostraron incómodos con el retorno de River a primera, asustados diría. Miedo que se vio muy justificado después.
Me verás volver, y te arrodillarás ante mi.

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