"Semi-ra y no se toca"

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Después de haber eliminado a Boca en semifinales y teniendo a Atlético Nacional de Medellín en frente, estaba claro que por el envión anímico y por jerarquía el gran candidato a campeón de esa Copa Sudamericana 2014 era uno solo.
Sin mayor nerviosismo, dado que lo peor y realmente importante había pasado, River y su hinchada esperaban la frutillita del postre nuevamente en el Monumental y con un nuevo trofeo entre sus multitudinarias vitrinas.
Primero, había que ir a Colombia y no precisamente a tomar café, sino que a jugar uno de los partidos más importantes (aunque no parezca) nuevamente, de nuestra historia.
El primer tiempo agarró a una armada napoleónica desconcertada y por eso sufrió el gol de su rival, el cual llegaba con mucha facilidad desde la derecha, la cual fue vía del gol también.
Junto con alguna tapada increíble de Barovero, se iban los primeros '45 y si el panorama no cambiaba para bien, lo que desde la previa parecía un trámite podía terminar siendo un verdadero dolor de cabeza.
Dios sabrá qué ritual satánico habrá traído Gallardo desde la biblia del inframundo, escrita por Lucifer, para lavar la cabeza de sus jugadores y hacer que salgan a jugar el último tramo del partido como si hubiera una super modelo por cada defensor del manto sagrado en juego para compartir cuantas noches quieran.
El encargado de hacer efectivo el levante futbolístico del conjunto de Núñez fue el ya para ese momento histórico Pisculichi, que se llenó el empeine de pelota para clavar la esférica junto al palo derecho de Guzmán (como hizo con Orión), poniéndole fin a la ilusión del equipo de Pablo Escobar de imponerse ante la armada napoleónica. Sólo hubiesen tenido chances si era una guerra narco, pero en ese caso Teófilo y Balanta nos hubiesen defendido dignamente.
Bien, el partido en Colombia se fue de Medellín con un resultado igualado, para definirse allá, en Buenos Aires.
Nuevamente, el Monumental era una locura: bajo los imponentes cánticos de la hinchada riverplatense, la figura de Napoleón y su ejército de dotados futbolistas se agigantaba aún más cuando se hacía presente ante su publico, donde predominaba una atmósfera completamente roja y blanca, donde sólo se respira gloria. Y sí, la gloria recién empezaba.
River jugó un buen primer tiempo generando algunas situaciones, sobre todo desde la pegada de Pisculichi. No nos olvidemos tampoco de Barovero, que logró sacar un par de pelotas claves.
Sobre el segundo tiempo y a base de córners cuyo ejecutor era, por supuesto, el bisturí del "15" millonario, Pezzella y Mercado se elevaron de manera divina, como si un dios se los estuviera llevando al cielo por ser pieza clave de algún plan divino. Y, en todo caso, ese plan divino era el de mandar algo redondo al fondo de un rectángulo: con dos cabezazos fulminantes, nuestros defensores vencieron la admirable resistencia de Guzmán y le dieron una nueva alegría a un equipo que no quería parar de hacer historia.
Todas las miradas se ponían nuevamente sobre el Monumental: Periodistas, hinchas, y amantes del fútbol distribuidos por todo el mundo contemplaban una nueva conquista del imperio futbolístico y ganador que empezó Ramón Díaz conquistando el país y que maxificó Gallardo, adueñándose ahora, de Sudamérica.
"River, River yo te quiero, yo te llevo adentro de mi corazón. Gracias por esta alegría, de salir primero, de salir campeón" fue la canción que se adueñó primero de las tribunas del coloso de América, para después expandirse e instalarse en cada garganta millonaria en cada rincón del planeta.
River volvía a pisar fuerte en el plano internacional, el más grande de América había vuelto, como ya dije, más grande todavía.

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